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miércoles, 8 de junio de 2011

UN EXORCISTA ENTREVISTA AL DIABLO. Cuarto y Quinto Encuentros.

UN EXORCISTA ENTREVISTA AL DIABLO
 CUARTO Y QUINTO ENCUENTROS  
DOMENICO MONDRONE S.I,
1ª Edición Española 2004 (traducido de la 31 edición Italiana 1976)
Editorial PRO SANCTITATE
Roma
¿Quién es Satanás?
¿Qué quiere?
¿Cómo actúa?
CUARTO ENCUENTRO
No fue propiamente un encuentro como los anteriores ni como los que seguirán. Esta vez, excepto un rápido retorno del Maligno al final, se desarrolló casi todo en un largo y muy movido sueño. Todo aconteció de un modo que hubiera jurado que estaba completamente despierto. Los sueños, dicen, suelen ser breves pero éste me pareció larguísimo, si debo juzgarlo por las cosas que vi y que entendí. Era un sueño que llamaré adivinador. 
Tuve la sensación de ser despertado de sobresalto, al ruido ensordecedor de miles de cornetas de coche, de tambores partiendo a ritmo de marcha, que martilleaban un imponentísimo canto marcial. Asomándome me encontré delante de una grandísima plaza, jamás vista por mí, repleta de gente, especialmente de jóvenes, que con banderas rojas en la cabeza, continuaban llegando de todas partes, como ríos en crecida que venían a desembocar en aquel mar de gente. Un cañonazo fue la señal de un silencio inmediato. Todos estaban a mi espalda y mirando hacia un palco altísimo que surgía a lo lejos sobre el fondo de la plaza. Apenas aprecio allí un hombre con una larga tira roja a los flancos, gritos frenéticos de "viva" le saludaron durante largo tiempo. Hecho silencio a una señal suya, comenzó a hablar en una lengua de la que no comprendí ni una palabra.
Mientras asistía a esta espectacular reunión, sucedió un fenómeno extraño. A medida que el orador hablaba y los altavoces difundían la voz hacia todas direcciones, la superficie de la plaza se dilataba, se alargaba hasta no poder más reconocer con los ojos los confines. Sólo lograba captar un confuso fluctuar de gente hacia la lejanía cada vez más difuminada.
Fue aquí que, en el estupor de aquella extraña visión, intervino la voz alta y soberbia del Maligno:
“¡Mira, mira qué espectáculo tan maravilloso!... Toda la juventud se ha puesto de mi parte. Es mi juventud. A muchos he seducido con la lujuria, con la droga, con el espíritu de revolución. Pero a la mayor parte la he ganado con el lazo del marxismo materialista.   
Casi todos han venido aquí sin los acostumbrados esquís bautismales. Estos jóvenes han pasado a través de escuelas programadas sobre un ateísmo radical, Allí han aprendido que no ha sido aquél de allá arriba quien creó al hombre, sino que el hombre se ha creado estúpidamente a si mismo. Ahora aguerridamente luchan contra Él, que se resiste a desaparecer. Pero desaparecerá. ¡Es fatal! Estos jóvenes míos han aprendido a deshacerse de todas las verdades así llamadas metafísicas. Para ellos existe sólo el mundo material y sensible. Ha sido un universal lavado de cerebro, y nos serviremos de éstos para todos los que se atrevan a mantenerse todavía agarrados a las viejas creencias. Él debe desaparecer de modo absoluto. Pronto vendrá el día en que ni siquiera será recordado su Nombre.
Las pocas zonas de resistencia que no lograremos eliminar con nuestra filosofía, lo haremos con el terror. Existe para los que queden, decenas y decenas de hospitales psiquiátricos y centenares de campos de concentración donde les enviaremos a morir. Así para todos los países de la tierra. Uno tras otro deben caer a mis pies, abrazar mi culto, reconocer que el único señor del mundo soy yo...”
En este punto, mientras el Maligno se exaltaba y se calentaba hablando con tanta seguridad, la plaza de improviso desapareció, y toda aquella muchedumbre desapareció, de toda aquella muchedumbre exterminada no quedaba ni la más pequeña traza, y el discurso del orador cesó como por una inesperada interrupción de corriente. En un instante me encontré en un profundo subterráneo iluminado escasamente, que me hizo recordar los pasillos de las catacumbas romanas, dominadas por un aire de serenidad y de paz.
Visto allá, a lo lejos un punto más luminoso, me dirigí con ánimo y paso seguro hacia aquel lugar. Presentándome, sentí venir a mi encuentro el eco de una oración coral. Me detuve, esperando captar el significado. Imposible; aunque se trataba de una lengua desconocida por mí, comprendí por ciertos motivos que era el Padre Nuestro. Una fuerza interior me animó a seguir caminando. Uno del grupo vestido de pope, se dio cuenta de mi presencia, vino inseguro y excitado a mi encuentro. "Sea alabado Jesús”, le dije. Ante aquel saludo, alargó los brazos y sonriendo me pregunto: "¿Eres acaso un hermano nuestro?».
"Si, soy un hermano vuestro” y nos abrazamos calurosamente.
 En nombre de Dios”, le pedí, “explicadme ¿dónde me encuentro y quiénes sois vosotros?".
“Te encuentras en un subterráneo del país de los sin Dios. Dos veces a la semana, de noche, nos reunimos aquí para nuestras oraciones comunes, para asistir a la liturgia, y dar testimonio de Dios lo mejor que podamos". Sonrió viendo mi estupor y continuó:
"Mira, aquí somos apenas un centenar, pero en otros sitios se reúnen incluso más para orar por nosotros, por la patria, por el mundo entero".
“¿Cómo en los tiempos de las catacumbas?” 
“Exacto, como en los tiempos de las catacumbas; ésta es nuestra catacumba"
“¿Pero es verdad que Dios ha sido eliminado de este gran país?”
“¡A Dios no se le puede eliminar, querido hermano! Expulsado de la puerta, entra por todas las vías misteriosas que sólo Él sabe abrirse”.
Mi interlocutor se dio cuenta de que estaba conmovido y calló.
"Veo que también hay jóvenes".
"Aquí cerca de la mitad de los que recogemos son jóvenes. En otros refugios aún son más. Jóvenes que no vienen sólo a orar sino a trabajar. Piensa, querido hermano, después de una jornada de fatiga demasiado extenuante, estos hijitos sacrifican por turnos, horas enteras, para venir aquí a prestar su trabajo”.
“¿Qué hacen?"
"Ven, te lo enseñaré”.
Después en una pequeña vuelta a la derecha, bajados pocos peldaños, nos encontramos en un antro con algunas salidas de seguridad y transformado en una oficina tipográfica rudimentaria: algunas máquinas de escribir; una multicopista que iba velozmente a pedaladas, una atadora y otros utensilios.
“¿Qué están imprimiendo?”.
«Ante todo parte de la Biblia, Evangelios, los Hechos de los Apóstoles, pequeños misales, catecismos, libros de oración y también romances, poesías de escritores no aliados y condenados o expulsados de la patria. Creo que nuestro país una gran parte ha leído ya las obras de Pasternak, de Sinjavskij, de Solzenitzin; el ejemplo de estos hombres es enorme sobre nuestra juventud.
Apenas ésta se ha dado cuenta de haber estado años y años engañada y embotada por mentiras en los discursos de las plazas, por los libros, en las escuelas, ha sido cogida por un hambre insaciable por la verdad: quieren saber la verdad sobre todo. No te digo la conmoción que nos sucede cuando no logramos escuchar la liturgia transmitida en nuestra lengua por Radio Vaticano".  
Me di cuenta de mi interlocutor mientras me hablaba continuaba examinándome. Pero se dio cuenta que conmigo podía hablar libremente, y continuó hasta vaciar el saco. Me retiró un poco a un lado y acercándose un poco más, me tomó las manos en las suyas y continuó: "Mira, yo soy un pope pero hace años que disiento con mi superior local, demasiado politizado por el régimen y pasado al servicio del partido. He sido obligado por tanto a vivir escondido. Estos jóvenes lo saben; la voz ha pasado de éste a los demás refugios y así me toca vivir de uno al otro para el servicio religioso.
¡Qué jóvenes tan queridos¡ Me han dado toda su confianza. Me tratan como a un padre. Me abren su alma, ¡y si vieses qué almas!.
¡Sobre todo son héroes!
“¡Y esto en el país de los sin Dios!”
"Oh, no ¡no digas esto! ¡Aquí Dios existe, y trabaja con su gracia y obtiene! Créeme, en estos 60 años de prueba infernal el pueblo ruso ha dado a Dios ejércitos de Santos y de mártires como nunca en la historia pasada. Todo lo que este pueblo ha sufrido y está sufriendo no es algo perdido. Yo pienso que sea el largo invierno que prepara en nuestro país una primavera jamás vista, un renacimiento religioso que será la envidia de tantos países libres. Mira, yo soy acusado demasiado de hacer cristianos: estos jóvenes lo saben y de aquí su confianza. Piensa: entre ellos hay quienes saben de memoria el evangelio de San Juan, alguna carta de los apóstoles, la Pacem in terris, La Lumen gentium, el Credo de Pablo VI. Y editan y difunden todo esto. Rusia está llena de estos libros.
“¡Dios, Dios mío! ¡Qué cosas tan grandes me dices, hermano mío!" “¿También tú eres sacerdote?” 
“Sí”
Me abrazó y me besó: "¿Y vienes de Italia?... ¿De Roma?... Aquí dicen que Italia es toda comunista, ¿Es esto posible?.
«Toda no, pero una parte sí".
¡Es increíble! ¿Pero saben qué significa vivir bajo el comunismo?
Aquí en Rusia no hay ninguno que crea en ellos. Aquí ha sido suficiente que nuestros jóvenes habían aprendido a hacer la comparación entre la propaganda oficial y la realidad de la vida de nuestro país para perder la fe en la ideología del partido".
"Precisamente lo que en Italia no logramos hacer creer especialmente a los jóvenes. ¡Es un fenómeno de monstruosa ceguera!"
Me llevó todavía un poco más hacia un lado y continuó: "Mira, aquí el materialismo nos ha cazado en una calle ciega. El alma rusa no sabe prescindir de una explicación del hombre y del mundo, y como el materialismo en esto ha fallado, nos lanza con una sed instintiva a los valores espirituales, a la iglesia, a Dios. La ideología marxista nos lleva a la muerte y al nada, y nuestro pueblo tiene enraizada en el alma la fe en el más allá. Tú no puedes creer qué acrobacias de prudencia realiza esta pobre gente para poder decir un De profundis en la tumba de algún familiar sepultado recientemente. Cuántos vericuetos son necesarios para obtener en Pascua un poco de pan bendecido para distribuir en la mesa, después del saludo familiar "Cristo verdaderamente ha resucitado". “Todo esto, querido hermano, lo sabemos y nos conmueve inmensamente”.
“¿Entonces porque los italianos quieren caminar bajo el comunismo ateo?” 
"Porque muchísimos creen más en el demonio que en Dios: Esta es la verdad"
“Estos jóvenes han comprendido que sólo El cristianismo pone el máximo acento sobre el valor de los derechos de la persona humana: el socialismo habla sólo de colectivismo, de masa, para él el individuo no existe".
“A este paso, hay que esperar que el más grande estado comunista del mundo, por la lógica de las cosas, pueda desenvolverse en la más grande fuerza anticomunista”.
“Lo pensamos todos, hermano, aunque somos pocos a decirlo, porque es horrible el terror que se tiene de los juicios, del lavado de cerebro, de los campos de concentración diseminados por todo el territorio ruso. Aquí, sin embargo, la ideología marxista se rige únicamente por la fuerza. Pero el día en que ésta caiga - sólo Dios sabe cuándo- Rusia se presentará con un rostro completamente nuevo, religiosamente probada, gracias a la experiencia del martirio que ningún pueblo ha sufrido hasta ahora”. "Nosotros confiamos mucho en las promesas de la Virgen de Fátima”.
"¡Oh, la Santa Madre de Dios! ¡Si supieses cómo la venera nuestro pueblo! Y es Ella quien ha conservado - aunque en ciertos momentos muy reducida - nuestra fe. Sus imágenes han desaparecido de casi toda las casas, pero muchísimos las conservan escondidas, y sobre todo la invocan”.
“¿Crees que pronto la oposición de los jóvenes, de los intelectuales, de la clase que reflexiona podrá aumentar?” 
"Para mí es una cosa muy cierta. Y esto sucederá poco a poco a medida que progresará el descubrimiento alegre de la fe cristiana y la persuasión en muchos ya radicada de que el cristianismo es la única fuerza capaz de cambiar el mundo. Si entre nosotros se recogiesen las voces de nuestros convertidos del materialismo, pensarías en el milagro de un nuevo Pentecostés."
«Puedo decirte que muchas de estas voces llegan a nuestro país. Existen también antologías que las recogen, pero, por desgracia, no todos las leen".
"Conservamos cartas que nos llegan de los campos de concentración. Son de hombres, mujeres, de jóvenes allí condenados que nos animan a conservar intacta nuestra fe en Dios: imposible leerlas sin estremecerse de conmoción y sin llorar”.
En Italia se lee mucho El Doctor Zivago de Pasternák, La otra literatura de Molicev, Padre Dimitrij Dunko, Párroco en Moscú, Un golpe de gong anunció la recitación en común del Padrenuestro. 
Aquí me desperté. Pero me di cuenta que al arrancarme del sueño fue un gran golpe en la puerta de la habitación. Miré el reloj, era todavía muy pronto. Un nuevo golpe me hizo saltar y grité: «¿Quién es?" La respuesta fue una risa burlona loca y sin sentido que me advirtió de inmediato de la presencia de él.
"¿Qué bello sueño, eh? Te habrá gustado mucho, pienso, quizás incluso te habrá dejado la boca dulce. Pensando de nuevo, ¿serías capaz de creer todas aquellas bellas noticias?” “Si, las creo todas como cosas verdaderas."
"No me maravillo, conozco tu credulidad. Crees también en los sueños".
“¡Cuántos sueños han venido de Dios!”
"¿Entonces serías capaz de probarme que una sola de todas aquellas tonterías responda a la verdad? Venga, una prueba”.
Estuve un tiempo sobre mí mismo, después apretando fuerte entre las manos la corona del Rosario, me senté sobre la cama y con tono imperativo dije: Ya que vienes a desafiarme, en nombre de Ella, que es tu enemiga capital, te ordeno decirme si en aquel sueño había una sola mentira."
“Es todo una mentira”.
"Tú debes responder en nombre de Ella, te lo he dicho, en nombre de Ella."
En vez de responder, el Maligno se enfureció como no lo había hecho nunca. Parecía que estuviese desencadenando un terremoto.
“En vez de hacer toda esta comedia, te ordenó responder: Debes decirme que aquel sueño era verdad. Vamos, en nombre de María, te lo ordeno, responde”.
Lo sentí gritar como un león herido de muerte y le vi desaparecer.
 
QUINTO ENCUENTRO
Esta vez pasó una semana entera en la que el Maligno no manifestó ningún signo de su presencia. Entre nosotros no se había dicho todo y con gusto esperaba su regreso.
Me preparaba a recitar vísperas a media tarde cuando el gran calendario holandés que colgaba de la pared de frente comenzó abanicar sus hojas como golpeado por el aire.
“En el nombre de María, dime de dónde vienes"
"Tu pregunta es estúpida”
“¿Por qué estúpida?”
"Porque yo no estoy en ningún sitio, no soy un cuerpo, una carroña como tú; soy espíritu”.
“¿Y el Infierno?”
“El infierno no es un lugar, no es un campo de concentración o un estanque de fuego, como vosotros pretenciosos lo vais describiendo. El infierno soy yo. Somos cada uno de nosotros. Es un estado".
“¿Pero entre vosotros, espíritus condenados, os conocéis?”
“¿Por qué no? Nos conocemos, nos odiamos, como os odiamos a vosotros marmotas, como odiamos a Él, vivimos encerrados cada uno en una soledad eterna, pero estamos de acuerdo en trabajar para daño vuestro."
“No vivís nada más que para esto”. 
“Nuestra esencia es el mal, es el rechazo de Él, es odiar todo y a todos”.
“¡La única miserable satisfacción que os queda!”
“¡No es ninguna satisfacción!“
"¡No comprendo, explícate!"
“Vosotros imagináis que odiar para nosotros, hacer el mal, destruir las obras de Él, sea una satisfacción, una especie de consuelo, una alegría. También esto nos lo ha negado nuestro enemigo. Nosotros hacemos el mal por el mal. Atravesar el diseño de Él, arrancarle almas, especialmente aquellas que son más queridas para Él, no nos procura ninguna satisfacción, incluso Él nos lo hace pesar como si fuera un castigo; pero ejercitar nuestro odio, nuestra naturaleza maligna es una necesidad, aunque obremos a su despecho, para hacer el mal a sus criaturas”. 
“Todas estas bellas cosas ya lo sabíamos. Quien primero ha definido quién eres ha sido Jesús. Y la Iglesia nos lo repite en sus enseñanzas. Los Santos nos ponen en guardia. Sabemos que eres el Maligno, que es el enemigo por excelencia, que eres homicida desde el principio, que eres el padre de la mentira, que eres un misterio de iniquidad, que eres el príncipe de este mundo, hasta que Dios te lo consienta. ¿Basta para tu retrato?”.
"Quizás, ¿pero con esto...?”    
"Quieres decir que los hombres a pesar de esto, se dejan atrapar en tus redes... lo sé... Si reflexionasen sobre lo que eres y sobre lo que tramas contra ellos, estarían en guardia..., Por eso, de padre de la mentira y de espíritu de las tinieblas, te transfiguras en ángel de luz; te presentas a ellos como un refinado maestro de seducciones y les tiendes estas insidias de consejero galante. Y has enseñado muy bien este arte también a todos los colaboradores, incluso a ciertos eclesiásticos»
“Has hablado de almas muy queridas a Él: ¿Quiénes son?"
“¡Deberías saberlo! Aquellas más unidas a su amistad, Aquellas que Él logra conservar siempre suyas. Aquellas que trabajan y se gastan por sus intereses. Las que buscan su Gloria, Un enfermo que sufre por años y se ofrece por los demás. Un sacerdote que se conserva fiel, que reza mucho, al cual no hemos logrado jamás contaminar, que se sirve de la Misa - de esa tremenda y muy maldita Misa - para hacernos un mal inmenso y arrancarnos multitud de almas. Estos son para nosotros los seres más odiosos, aquellos que mayormente perjudican los asuntos de nuestro reino”.
“Saberlo de tu boca es para mí un anuncio precioso”.
“Es aquella que me lo obliga a decir, que me hace responder a tus estúpidas preguntas?”.
“Continua aún sobre estas revelaciones. Para tu despecho, no puedes hacerme sino el bien. Las almas que tú odias más...”
“Son aquellas que nosotros cogemos más fuertemente al asalto. Hacer caer a un sacerdote nos recompensa más que mil almas que nos ha arrancado otro. Envolver a un sacerdote en la podredumbre de la lujuria, hacerle pasar una noche con una meretriz y a la mañana mandarlo celebrar Misa, mandarlo al confesionario, a ensuciar más que a purificar, es uno de los mayores desprecios que procuramos infligir a nuestro gran enemigo. Y lo logramos más de lo que se cree.”
“Por desgracia. Pero junto a estas almas elegidas caídas, sé que Él, en el silencio y en el ocultamiento, suscita muchísimas otras que se inmolan, que reparan y Le dan una gloria más grande de la que tú crees haberle arrebatado".
"No importa. A mí me preocupa incrementar el número de los sacerdotes que se pasan a mi lado. Son los mejores colaboradores de mi reino. Muchos o ya no dicen misa o no creen lo que están haciendo en el altar. A muchos de ellos los he atraído a mis templos, al servicio de mis altares, a celebrar mis misas. 
Si vieses qué liturgias tan maravillosas he sabido imponerles a ellos como ofensa grave contra la que celebráis en vuestras iglesias. Mis misas negras: celebraciones de lujuria, profanación de hostias y de vasos sagrados, profanados de tal modo que aquella no me lo permite describírtelo.
¡Qué porquerías tan bellas! ¡Lee mis rituales, están impresos!” 
“Eres el eterno mono de Dios...”
"He esperado a estos últimos tiempos para hacer las mayores conquistas entre los sacerdotes, los frailes, las vírgenes consagradas a Él… Y su número crece de tal modo que si fuese capaz de alegrarme, sería mi delicia más grande”.
"Lo que dices es triste. Pero sé que una sola Misa ofrecida a Dios en reparación de todas estas cosas horribles le dará una satisfacción infinitamente más grande. ¡El sacrificio infinito de Cristo repara tus profanaciones!
Hablas siempre de almas reparadoras; pero también a éstas sé cómo tratarlas; como desfogar sobre ellas mi furor. Descargo sobre ellas un odio que me recompensa de todo el daño que hacen a mis intereses"
“Lo sé: La historia de la santidad está llena - en la medida en que Dios lo permite - de estas intervenciones malignas tuyas. Pero ¿con qué resultado? ¿Qué obtienes de ello?”
“Que puedo cansarlas, abatir su resistencia, llevarlas a la quiebra”.
“¿Qué logras? ¿Dios te lo consiente? Por el simple hecho de que Él te deja desfogar tu rabia contra estas almas, es signo de que las ha hecho invencibles. Y tú, con tus vejaciones, colaboras solamente al crecimiento de sus méritos, trabajas contra ti mismo... Las habrás hecho sólo más santas, más ricas de eficacia reparadora y conquistadora en el mundo de las almas. ¿Cuántas almas te han arrebatado Catalina de Siena, Teresa de Ávila, el Cura de Ars, Don Bosco, Padre Pío?"
“Al menos me vengo y les hago pagar caro el daño que me hacen".
“¡Eres un Pésimo calculador! Dios te lo permite porque colaboras a demostrar la potencia de su gracia y para tu mayor humillación, porque todas las veces que atacas a estas almas, el vencido eres tú".
“Tú sin embargo, denunciando estas intervenciones mías, solamente lograrás hacer reír a los teólogos y doctores."
“Sobre esto no me preocupan nada ellos”. 
Pausa. Parecía que se hubiese marchado. Me equivoqué, porque comenzó a hablarme con una nueva carga de odio y de desprecio.
“Tú nunca podrás comprender cuanto os odio a vosotros los hombres. Cuanto os detesto y cuanto sois detestables. Gozáis de un primado de dignidad sobre las bestias y sois las bestias más abominables. Vuestro ser me da asco. Os considero por debajo de vuestros cerdos. Creéis ser inteligentes y sois muy estúpidos.
Bastaría que vieseis lo que os hago tragar por medio de tantos catedráticos puestos a mi servicio y que os regalo huecos de vana palabrería doctísima. ¡Piensa en lo que os hago beber y digerir con mi prensa! ¿Vosotros, la más noble criatura suya? Son suficientes unas pocas porquerías para compraros. Os rendís por nada a las lisonjas de mis mensajeros. Valoráis tanto vuestra libertad y os dejáis coger por mis más feroces negreros. ¡Oh, las burlas que os estoy haciendo en nombre de esta libertad! Mostráis horror por lo que es sucio y, dominados por vuestras pasiones, os revolcáis en vuestras inmundicias como puercos en el lodo. Por una mujer y por un puñado de oro os desencadenáis que es una maravilla.
Os ha ganado mucho aquel que ha derramado su sangre para redimiros. ¿Redimiros de qué? ¿Del pecado? Pero sí os introducís tanto en él que os ahogáis. ¡Y qué decir cuando desencadeno contra vosotros el espíritu de la envidia, de la maledicencia, del odio, de la rivalidad, de la venganza!"  
"Cállate, que estás exagerando. Tú generalizas demasiado. Es la rabia envidiosa la que te tiene clavado a tu condena para toda la eternidad. Te baste esto: Dios nos ama con todos nuestros pecados, Cristo nos ha redimido y una sola gota de su sangre nos purifica de todo. Y nosotros podemos amarlo. Cuenta, si puedes, las almas que lo aman. Por una sola de ellas volvería a dar su vida voluntariamente de nuevo. Mientras tú, maldito, enfureces en tu odio por toda la eternidad. Pero dime, ¿Qué es la eternidad?"
"¿La eternidad? ¿Ahora... ¡un ahora siempre detenido!...?
Y desapareció.