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miércoles, 8 de junio de 2011

FENOMENOS MISTICOS DE ORDEN CORPORAL.1) Estigmas a 11)Perfume

FENOMENOS MISTICOS DE ORDEN CORPORAL

D i v i s i ó n


         Abordamos ahora el estudio de los fenómenos místicos que recaen principalmente sobre el organismo corporal en algunas de sus funciones vitales o en diferentes aspectos de sus actividades o manifestaciones exteriores.

Los  principales son:

                                      1)    La estigmatización.                       
                                      2)     Las lágrimas y el sudor de sangre.       
                                      3)     La renovación o cambio de corazones.
                                      4)    La inedia o ayuno prolongado.
                                      5)    La privación de sueño.
                                      6)     La agilidad.
                                      7)     La bilocación.
                                      8)     La levitación.
                                      9)     La sutileza.
                                     10)   La luminosidad.
                                     11)   El perfume sobrenatural.



1)     La estigmatización


Uno de los más sorprendentes fenómenos místicos de orden corporal es la estigmatización.  Es también uno de los más traídos y llevados por los racionalistas, que niegan su carácter sobrenatural y tratan de explicarlo por la simple imaginación o la patología.  Nosotros vamos a exponer brevemente el fenómeno en sí mismo, para tratar después de encontrarle una explicación satisfactoria.

            1.        El hecho.—Consiste este fenómeno en la aparición espontánea en el cuerpo de la persona que lo experimenta de ciertos estigmas o llagas sangrientas que recuerdan las del divino Crucificado del Calvario.  Suelen aparecer en las manos, pies y costado izquierdo; y a veces también en la cabeza y en las espaldas, para recordar la coronación de espinas y la flagelación del Señor.
            Estas llagas pueden ser visibles o invisibles, permanentes o periódicas y transitorias, simultáneas o sucesivas.  La forma, tamaño, sitio exacto de su localización y otras circunstancias accidentales son muy distintas y variadas según los casos.
         La estigmatización se produce siempre en sujetos extáticos, y con frecuencia va precedida y acompañada de muy fuertes tormentos físicos y morales. La ausencia de tales padecimientos—advierte Tanquerey (5) —sería muy mala señal, porque los estigmas no son sino el símbolo de la unión con el Divino Crucificado y de la participación en sus sufrimientos.

            2.        Número de los estigmatizados.—El primer estigmatizado de que se tenga noticia es San Francisco de Asís, que recibió las llagas en un éxtasis sublime que padeció en el monte Alvernia el 17 de septiembre de 1224. Después de él se han multiplicado los casos. El Dr. Imbert-Gourbeyre, que estudió el fenómeno con mucha atención y competencia (6), señala nominalmente hasta 321 casos; y en la segunda edición, de 1898, cita un corresponsal que le señala las omisiones y le invita a hacer investigaciones en los archivos de los conventos españoles. La historia de la estigmatización no está, pues, sino esbozada y descubrirá probablemente estigmatizados anteriores a San Francisco (7). De los 321 que señala el Dr. Imbert.
            3.        ¿Fue estigmatizado San Pablo?—En su Epístola a los Gálatas (6,17) habla el gran Apóstol de ciertos estigmas que lleva en su cuerpo: <<Ego, enim, stigmata Domini Iesu in corpore meo porto>> ¿Qué significan estas palabras?
            El P. José María Lagrange, exponiendo este pasaje en su comentario a dicha Epístola, explica que por el nombre de estigmas entendían los antiguos ciertas marcas o señales..a veces tatuajes, quemadoras, etc.--, que acreditaba a quien las poseía su pertenencia a un determinado dueño u organismo; y así solían llevarla los esclavos, para designar el señor a que pertenecían: los soldados, para significar el ejército del que formaban parte, y hasta los devotos, como distintivo del dios o divinidad a que estaban consagrados.   
San Pablo emplea la palabra estigmas en este mismo sentido. Para él, los <<estigmas>> son las huellas de los sufrimientos y malos tratos padecidos por amor a Jesucristo, que han quebrantado sus fuerzas y arruinado su salud. 

(5)    TANQUEREY,  O.C., N.1523.
(6)   Cf. La estigmatisation (Paris 1894).
(7)  Posteriormente a la obra del Sr. Imbert se han registrado muchos otros casos, siendo los más notables los de Santa Gema Galgani y Teresa Neumann.  El Dr. Höcht, en su reciente obra sobre Los estigmatizados (Madrid 1954), dice haber reunido una lista de 360nombres, y que el número completo es, sin duda  alguna, mucho mayor (vol.2 p.369).


Para otros, los estigmas eran una señal infamante que era preciso ocultar cuidadosamente; para San Pablo, al contrario, son las señales de su triunfo y el trofeo de su victoria. Por eso no las oculta, sino que las exhibe –porto—como su verdadero título de gloria, que le acredita como auténtico servidor de Cristo (8).

        Este parece ser el verdadero sentido de este texto del Apóstol. No se trata de estigmas en el sentido que se da a esta palabra después de San Francisco de Asis. Por eso, todos los autores encabezan las listas de los estigmatizados con el nombre de Poverello, por ser él el primer caso de estigmatización de que se tiene noticia hasta hoy.


            4.        Naturaleza del fenómeno.—Vamos a recoger, en primer lugar, la explicación racionalista. Después daremos la verdadera explicación católica.

                        A)       EXPLICACIÓN RACIONALISTA.—Ya de antiguo se ha pretendido dar al fenómeno estigmático una explicación naturalista.  Benedicto XIV refiere en su obra magistral (9) que Francisco de Asís a su imaginación, exaltada por los misterios de la cruz; y que Pomponacio, de acuerdo con el filósofo árabe Avicena, atribuía a la imaginación el poder de transformar los cuerpos extraños y, con mayor razón todavía, el de afectar el propio cuerpo que el alma anima.
         Pero son los modernos racionalistas quienes han querido atribuirse la victoria completa sobre el fanatismo y oscurantismo religioso, presentando una explicación completa de la estigmatización en un plano pura y exclusivamente natural. He aquí cómo lo explica uno de sus más conspicuos representantes—Alfredo Maury—resumido por el Dr. Imbert (10):

                        <<Estos  sujetos aptos para el éxtasis y la estigmatización son ordinariamente personas predispuestas a las neurosis, ya sea por herencia, ya por los efectos de su educación.  Su temperamento es nervioso, impresionable; con frecuencia sufren habitualmente graves trastornos de inervación (o influencia nerviosa); se trata de mujeres histéricas, de hombres hipocondríacos. Su constitución está debilitada por los ayunos, las maceraciones y todos los rigores del ascetismo. Precisamente porque la mujer ofrece en grado más alto que el hombre esta susceptibilidad nerviosa, se dan muchos más casos de éxtasis y estigmatización en el sexo débil que en el fuerte.                      
Estos sujetos viven de ordinario en un medio místico, en el que las lecturas, las conversaciones, las imágenes que tienen delante de los ojos exaltan más y más sus tendencias religiosas; donde el ejemplo, recordado sin cesar, de San  Francisco de Asís, de Santa Teresa, de Santa Catalina de Siena, ejerce un verdadero contagio sobre su espíritu.  Por esto precisamente los fenómenos se producen casi siempre en las órdenes contemplativas.
                   La imaginación de estas personas es viva y ardiente; su corazón, fuertemente apasionado, no ha encontrado su alimento natural en las personas de la tierra. Sus pensamientos y sus amores se concentran más y más en una contemplación piadosa; el éxtasis es su consecuencia natural.  Pero el éxtasis es el imperio completo de lo moral sobre lo físico.  En este estado, basta que el pensamiento se fije en las etapas dolorosas de la pasión de Cristo, que se inflame el corazón con el deseo ardiente de participar de sus sufrimientos, para que se produzca bien pronto una fluxión (= acumulación morbosa de humores) nerviosa y sanguínea en las manos, los pies y el costado. Una vez producida la hemorragia, se repetirá con frecuencia el viernes, día en el que la preocupación mística es más completa y en el que los enfermos tienen la costumbre de concentrarse en contemplaciones ardientes y prolongadas del suplicio del Calvario; y determinan así, por el esfuerzo de una voluntad exaltada, de una manera mórbida, la renovación del fenómeno>>.

(8)   Cf. P.J. M. LAGRANGE, Epítre aux. Galates c.6 v.17 p.167. 
(9)   Cf. De serv. Dei beatif. 1.4 p.1 c.33 n.19.
(10) Cf. DR. IMBERT,  Les estigmatisées 2.a  ed. T.2 p.191-3.


Esta es la explicación racionalista. No puede negarse que es fácil y sencilla y que está presentada con verdadera habilidad. Pero veamos lo que queda de ella después de un examen sereno y objetivo de los hechos.

            Análisis de la teoría racionalista (11). —Dos escollos igualmente viciosos es preciso evitar con todo cuidado al tratar una explicación satisfactoria al sorprendente fenómeno que estamos examinando: atribuirle siempre un carácter trascendente, ya sea sobrenatural, ya preternatural, y no ver en èl  más que un fenómeno pura y simplemente psíquico-fisiológico.
           
Contra la teoría del origen exclusivamente sobrenatural tenemos el hecho de que la Iglesia—suprema autoridad en la materia—no ha reconocido este origen más que en un número muy restringido de casos de estigmatización; para pronunciarse en este sentido, pruebas más convincentes que la sola existencia de los estigmas.         
Por otra parte, el Dr. Von Arnhard –gran orientalista—ha hablado de frecuentes estigmas entre los ascetas musulmanes que se sumergen en el estudio de la vida de Mahoma, relacionados con las heridas recibidas por el Profeta en el curso de sus batallas.
            Los yoguis y los ascetas brahmanistas serían capaces de producir fenómenos análogos a los estigmas -abadir-, aunque no sabemos si se trata de verdaderas llagas o de simples sufusiones sanguíneas.
            En fin, los hechos experimentales obtenidos en los laboratorios de psiquiatría, a pesar de ser muy raros y obtenidos en condiciones muy excepcionales, deben ser tenidos en consideración antes de pronunciarse por el carácter sobrenatural de estos fenómenos (12).
            De todas formas es preciso no exagerar.  Contra la tesis exclusivamente natural en la explicación de estos fenómenos militan muchas más y más graves razones que las que acabamos de reconocer contra la tesis exclusivamente sobrenaturalista.  Vamos a exponer las principales:
            1)       Es indudable que la imaginación juega un gran papel en la vida humana.  Su poder sobre el psiquismo no se puede negar.  Pero ¿es tan poderosa que pueda obtener y provocar a voluntad llagas o hemorragias sobre un punto determinado de la piel? Hasta ahora nadie lo ha podido seriamente demostrar.
            2)       El Dr. Beaunis afirma que basta mirar con atención una parte del propio cuerpo, pensando activamente en ella durante algún tiempo, para experimentar allí mismo indefinibles, ardores, latidos o punzadas.
            Sea. Aceptamos el hecho sin discutirlo, pero invitamos al profesor de Nancy a que mire atentamente su costado izquierdo, concentrando en esa  mirada toda su actividad psíquica.  Si se le produce una herida profunda con hemorragia periódica, aceptaremos su teoría para explicar naturalmente el fenómeno de la estigmatización.
            3)       Si los estigmas proceden de una imaginación exaltada por el misterio de la cruz—como quiere Maury--, ¿cómo se explica el hecho de la ausencia absoluta de estigmatizados en los primeros siglos de la Iglesia, cuando precisamente el ardor de su fe y la aspiración al martirio eran campo abonado para la producción natural de esos fenómenos? ¿Por qué no los hubo cuando la exaltación religiosa en las proximidades del año mil, ni  entre los<<flagelantes>> de la Edad Media, que en punto a neurosis y fanatismo no ceden a nadie la ventaja? ¿Por qué los protestantes, que también creen en Cristo, no nos presentan un solo caso de estigmatización?


(11) Tomamos los datos de este punto de la citada obra del DR. IMBERT  y de los excelentes estudios de los DRES. HENRI BON, Compendio de medicina católica, y SURBLED, La moral en sus relaciones con la medicina y la higiene.
La ref. (12) véase en la sig. pág.

            4)       El mundo de nuestros días acaba de ser testigo de dos guerras mundiales espantosas; millones de heridos de todas las razas y condiciones sociales han desfilado por los hospitales. Y, a pesar de que en los campos de batalla el sistema nervioso queda completamente destrozado y la exaltación de la imaginación llega a su paroxismo, jamás entre ellos se han podido encontrar:
            a)       Hombres que presenten una herida real porque se hayan creído heridos, por haber sido tocados por una bala perdida que no penetró, por la explosión de un obús sin fuerza, por una piedra, etc.
            b)     Hombres reproduciendo sin causa exterior heridas que hubiesen visto en sus camaradas.
            c)       Heridos con deseo tan intenso de no curarse—para no tener que volver al frente.., que haya logrado impedir la cicatrización de sus heridas en circunstancias normales. Todas las curaciones tardías eran efecto del fraude provocado, jamás del simple deseo o imaginación.

            5)       La teoría racionalista de que los estigmatizados desearon ardientemente recibir las llagas para parecerse a Jesucristo crucificado no resiste el análisis de la más elemental crítica histórica. Todos los que recibieron sobrenaturalmente las señales maravillosas de la crucifixión, las recibieron con verdadera sorpresa. La mayoría se espantaron de tal favor, y suplicaron a Dios insistentemente, con lágrimas sinceras, no que les retirase el dolor que sentían, pero si que hiciese desaparecer las señales visibles que tanto les dignificaban. Los que, como San Francisco, conservaron durante toda su vida los estigmas, hicieron todo lo posible por  ocultarlos a la vista de los demás.  ¿Cómo explicar, por tanto, la estigmatización por la agudeza del deseo o la sola fuerza de la voluntad?  La violencia de las pasiones no es capaz de producir llagas que no se deseaban, que no se buscaban, que antes bien se ocultaban cuidadosamente a la vista de todos y cuya presencia era objeto de temor y de espanto. Si las produjeron voluntariamente, ¿por qué no las hacen desaparecer voluntariamente también y piden a Dios, por el contrario, que les quite esas señales que tanto les espantan y abruman.

            B)       EXPLICACIÓN CATÓLICA.—De todo cuanto llevamos dicho se deducen claramente dos cosas: a) que la producción de señales muy parecidas a las llagas de los estigmatizados puede en algún caso provenir de causas puramente naturales o patológicas; y b) que en la mayoría de los casos no cabe explicación posible sino recurriendo a causas sobrenaturales.
            Supuesta, pues, en los casos indiscutibles la sobrenaturalidad del hecho, la explicación habrá que buscarla en un favor especial de Dios que no es exigido por el desarrollo normal de la gracia.  Santos hubo de primera magnitud que llegaron a las más altas cumbres de la unión con Dios sin haber recibido jamás los estigmas del Crucificado.


(12)  Por lo demás, no es difícil distinguir la verdadera estigmatización de los fenómenos artificiales que pueden provocarse en sujetos patológicos.  He aquí algunas características muy precisas que señala Tanquerey (n.1524):
a)         Los estigmas están localizados en las mismas partes del cuerpo en que Nuestro Señor recibió las cinco llagas, mientras que la exudación sanguínea de los hipnotizados no está igualmente localizada.
b)         En general, la renovación de las llagas y de los dolores de los estigmatizados ocurre en los días o en los tiempos que traen a la memoria el recuero de la pasión del Salvador, como son el viernes o alguna fiesta de Nuestro Señor.
c)         Las llagas estas no supuran jamás; la sangre que de ellas  mana es pura y limpia, mientras que la más pequeña lesión natural en cualquier otra parte del cuerpo produce supuración aun en los mismos estigmatizados.  No se curan nunca, por más remedios ordinarios que se les apliquen, y duran a veces treinta o cuarenta años.
d)         Producen abundantes hemorragias; esto podría parecer natural en el primer día de presentarse, pero es inexplicable en los días siguientes.  La abundancia de las hemorragias tampoco tiene explicación; los estigmas se hallan generalmente a flor de piel, lejos de los grandes vasos sanguíneos y, a pesar de eso, ¡manan de ellos chorros de sangre!
e)         Por último, y es lo más importante, los estigmas no se encuentran sino en personas que practican las virtudes más heroicas y tienen particular amor a la cruz.
           
            Ahora bien: si el fenómeno de la estigmatización no entra en el desarrollo normal de la gracia, ¿es una gracia puramente <<gratis dadas>>? A nosotros nos parece que no. Tiene de gratis dada algunas características indiscutibles (v.gr., el hecho de no entrar en el desarrollo normal de la gracia, el de no poder merecer, el ordenase en gran parte a la edificación de los demás, etc.). Pero, a su vez, es indudable que tiene también un aspecto altamente santificador para el que la recibe. Los sufrimientos que produce—a veces realmente espantosos—constituyen poderosamente a configurar al alma con Cristo, según la expresión paulina (Phil 3,10)
Imágenes vivientes de Cristo, continúan en el mundo su misión redentora, completando lo que falta a su pasión, como dice todavía San Pablo (Col 1,24).  Con frecuencia son escogidas por Dios como almas víctimas, que, aunque se ordenan ante todo a salvar almas ajenas, sus dolores inefables—soportados con entrañable amor de Dios y del prójimo—repercuten sobre ellas en un torrente desbordado de gracias y bendiciones. Lo gratuito y lo santificante se mezclan en proporciones tan equilibradas, que en la práctica sería muy difícil discernir cuál es el elemento que predomina. No pueden clasificarse estas gracias ni entre las estrictamente santificantes ni entre las puramente gratis dadas. Ocupan un término medio y participan mucho de lo uno y de lo otro.

            5.        Modo de producirse el fenómeno.—Supuesta la sobrenaturalidad del fenómeno, cabe preguntar ahora el modo de su producción.  ¿Cómo se produce ese efecto tan prodigioso de lo sobrenatural?  ¿Podría aplicarse por una  irradiación  o redundancia corporal del grado sublime
de configuración con Cristo crucificado alcanzado por el alma que recibe la impresión sensible de las llagas?
            Es posible que en algún caso particular verdaderamente excepcional pudiera realizarse de esta forma. Pero nos parece que en la mayoría de los casos es preciso recurrir a una intervención milagrosa de Dios independiente del grado de sobrenaturalización alcanzado por el alma.  He aquí las razones en que nos apoyamos para mantener esta opinión.

            1.ª     La instantaneidad del fenómeno.—Es un hecho perfectamente comprobado que, en la mayoría de los casos, los estigmas se han producido instantáneamente estando el alma por lo regular en altísima oración contemplativa; de tal manera que un minuto antes no existían los estigmas y un minuto después aparecen todos perfectamente caracterizados.
            Ahora bien: es evidente que la simple naturaleza orgánica no puede producir instantáneamente un fenómeno tan portentoso por muy sobrenaturalizado que supongamos al sujeto que lo experimenta. Recuérdese—para lo patológico—los esfuerzos enormes que tienen que hacer los psiquiatras y neurólogos para conseguir que una histérica trasude un poco de sangre en una mano o en un pie. Y si el fenómeno es claramente de tipo sobrenatural -aunque sus efectos corporales puedan ser naturales, esto es, producido por la naturaleza a base de cierta redundancia de lo sobrenatural-, creemos que la naturaleza ni aun en este caso puede obrar instantáneamente a menos de una influencia sobrehumana de tipo francamente milagroso.
Precisamente todos los tratados de Apologética están de acuerdo en señalar la instantaneidad de un prodigio como nota característica de lo sobrenatural milagroso, toda vez que la naturaleza necesita  siempre cierto tiempo para realizar sus operaciones y esa instantaneidad trasciende abiertamente sus posibilidades puramente naturales.

            2.ª     La relativa escasez de estigmatizados entre los santos.—Es otro hecho indiscutible. La inmensa mayoría de los santos, aun los de primera magnitud, no fueron estigmatizados.  Ahora bien: si la estigmatización no es otra cosa que una redundancia corporal
de la configuración espiritual con Cristo, ¿cómo se explica el hecho que acabamos de señalar? ¿Es que esos santos no estigmatizados no estaban perfectísimamente configurados con Cristo? ¿Por qué no aparecieron en ellos las llagas externas, símbolo y redundancia de esa interna configuración?¿Puede encontrarse a este hecho otra explicación satisfactoria que la libérrima voluntad de Dios, que quiere producir en algunos santos lo que niega a otros muchísimos únicamente porque así le place? Por razones, nos parece que, aun concediendo que en algún caso particular excepcional pudiera darse el fenómeno estigmático por esa especie de redundancia de lo sobrenatural sobre lo corporal, en la mayoría de los casos habrá que remontarse más arriba para encontrar en una acción especial de Dios de tipo milagroso la explicación plenamente satisfactoria de este maravilloso fenómeno.
         Digamos, para terminar el estudio de la estigmatización, una palabra sobre los estigmas diabólicos.