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martes, 8 de enero de 2013

LOS EXORCISMOS DE MARTA, UNA VERDADERA ESCUELA PARA EXORCISTAS Y LIBERADORES DE ENTES MALIGNOS

LOS EXORCISMOS DE MARTA
EXORCISMOS REALES
Parte 2 de 6
MUNDO SOBRENATURAL
 
·         EL DEMONIO “AZABEL”.

Uno de los demonios que quedaban se llamaba “Azabel. Cuando salío de la posesa se apagó una vela del altar. Justo cuando va a salir un demonio es cuando se producen tanto la agitación como los gritos más intensos. Son tan tremendos que incluso uno que no sepa sobre esta materia, al verlo, se da cuenta de que va a ocurrir algo.

·         Sus reacciones ante “la Comunión” y su forma de administrarla.

Otra de las cosas que se puede hacer es darles la comunión. La posesión es algo que afecta sólo al cuerpo, de manera que el alma puede estar en gracia de Dios. Le pregunté antes de empezar la sesión si podía comulgar, me dijo que sí. Si uno durante la sesión va con la comunión y quiere darle de comulgar, el sacerdote observará que el poseso cierra la boca con todas sus fuerzas. No debe tratar de introducir a la fuerza la eucaristía en la boca. Además de que eso sería indecoroso para la comunión, no se lograría. Y si se lograra la escupiría. Por eso la administración de este sacramento debe hacerse sólo cuando el demonio obedece, para lograr lo cual a veces se requieren horas. Horas de oración que le van doblegando. Al final, cuando ya obedece de forma continuada a besar la cruz o una estampa, es el momento de darle la comunión. Pero he dicho cuando ya obedece de forma continuada. Y aún así, cuando llega el momento de recibir la comunión se resiste mucho.

Como la posesa estaba siempre con los ojos cerrados, antes de darle la comunión le ordenaba que abriera los ojos y que mirara la Santísima Eucaristía. Abría los ojos y los mostraba en blanco, pero insitiendo por fin bajaba las pupilas y miraba la forma que le mostraba en mis manos. Al principio la mirada de la posesa al mirar la forma era nEutra, pero segundos después mostraba pánico. Muchas veces al mirarla ha comenzado su cabeza a temblar y se ha marchado rápidamente gateando hacia atrás sin dejar de mirar la Sagrada Eucaristía. Es entonces cuando con autoridad le ordeno que vuelva. La posesa lentamente obedece. Después le ordeno que se arrodille, al final lo hace. Y cuando recibe la comunión hay que ordenarle que cierre la boca. Y después que la trague, sino puede tenerla largos minutos en la boca. Es curioso, sólo cuando entra en el estómago es cuando se produce la explosión de convulsiones y gritos. En la boca no, sino cuando la traga.

Muchas veces (en más de veinte ocasiones) he observado justo en ese momento unas convulsiones imposibles incluso para un consumado gimnasta. Pues en cuestión de fracciones de segundo levanta las extremidades inferiores y las baja con todas sus furzas. Y antes de que las piernas caigan sobre la colchoneta, levantaba el torso hacia arriba. De forma que había unos instantes en que el cuerpo quedaba completamente suspendido en el aire. A toda velocidad estas convulsiones se repetían durante cuatro o cinco minutos en cada sesión tras recibir la comunión.

Al principio pensábamos que era cosa de pocas semanas más. Los demonios iban saliendo. Un día quedaban ya tres. Otro día dos. Finalmente uno. En ocho ocasiones fueron expulsados paulatinamente todos, pero el último se resitió de un modo tremendo. Ya he dicho al comienzo que el último demonio respondía al nombre de Zabulón.

·         Significado del nombre del demonio “Zabulón” =“morada”.

“Zabulón” era el nombre de uno de los hijos de Jacob. Pero el nombre también significaba morada. El sentido del nombre en este demonio estaba claro. Zabulón tenía ese nombre porque era un demonio que hacía morada en el poseso. Y así fue, se resistía y se resistía a salir. Se retorcía, gritaba, aullaba, pero tras dos horas continuaba en el cuerpo. Las semanas comenzaron a pasar. Un buen día la madre me dijo por teléfono algo que yo no sabía.

-Padre, no he querido decírselo para no desmoralizarle. Pero el nombre de Zabulón aparece en el libro del padre Gabriele Amorth -un libro que habían leído madre e hija y que se titula Habla un exorcista”.

-¿Y qué dice?

-Pues el padre Gabriele dice que hay demonios que son como los peces gordos del infierno -usaba esa palabra- y que cuesta mucho sacarlos. Da una lista de nombres, y en esa lista aparece este nombre: Zabulón.

Al colgar el teléfono, como tenía el libro, comprobé lo que me había dicho. Y efectivamente allí estaba lo que la madre me comentó. Sí hay demonios que cuesta más que otros el sacarlos, hay algunos que son los peores de entre los peores. Y entre ellos estaba éste: Zabulón.

Bien, no me desmoralicé lo más mínimo. Le había dicho que seguiríamos rezando el tiempo que hiciera falta.

·         PARTICIPACIÓN DE PSIQUIATRAS A INVITACIÓN DEL EXORCISTA.

La verdad es que el que aquello se prolongara en el tiempo me permitió ir invitando a distinguidos psiquiatras a que estudiaran el caso. No pocos catedráticos y prestigiosos especialistas pasaron por aquella capilla. Unos llegaban partiendo del hecho de que el espíritu no existía, otros no. Al final unos creían que aquello se podía explicar con categorías meramente psiquiátricas y otros no. En buena parte de los casos, después noS quedábamos a comer juntos. Aunque sin la presencia de la madre y la hija, que por cuestiones de horario, nunca se podían quedar con nosotros.

Aquellas comidas resultaron apasionantes discusiones. Unos psiquiatras a favor, otros en contra. Incluso los contrarios a creer que existiera la posesión, reconocían que se trataba de un caso verdaderamente fascinante desde el mero punto de vista psiquiátrico. De entre todos los escépticos que pasaron quiero mencionar al catedrático Higueras de la facultad de medicina de Granada. Un contrincante verdaderamente inteligente donde los haya. En aquella comida en que estuvo el doctor Higueras, en aquella mesa redonda de un restaurante enfrente del obispado, mantuvimos una discusión verdaderametne antológica. Sólo aquellos cuatro psiquiatras, los bistecs de ternera asada y yo fuimos testigos de aquella discusión entre la psique y el espíritu, entre Freud y San Pablo. La mitad de los psiquiatras presentes estaba de mi lado, la otra mitad del lado de la disociación de la personalidad. Cuando le hablaba a mi adversario de los hechos extraordinarios, la respuesta era siemrpe: “pero no han ocurrido delante de mí”.

Cada cesión presentas hechos distintos, dependiendo de diversas circunstancias: tipo de asistentes, intenciones, etc.

Efectivamente, no en todas las sesiones ocurrían las mismas cosas. En algunas sólo se daban las crisis de odio y furia. Algunas sesiones, incluso, eran decepcionantes para aquellos que iban en busca de cosas extraordinarias. Otras eran más aterradoras en gritos y cosas similares.

Las sesiones siguieron. Seguían y seguían, las semanas pasaban y pasaban, pero el último demonio no salía. ¿Estábamos haciendo algo mal? Yo no desesperaba; pero aquello se estaba alargando mucho. En un momento dado decidí preguntarle por qué no salía. Le ordené en nombre de Jesús que me respondiera, insistí, perseveré en la pregunta. Finalmente dio una repuesta, quizá la única respuesta que yo no me esperaba. De todas cuantas respuestas se me hubieran podido ocurrir, ésta era la única que jamás se me habría ocurrido. La respuesta fue: yo quiero salir. ¿¡Qué quería salir!? ¡Pues que saliese! No entendía nada. Yo era el que le estaba queriendo hacer salir ¿y él quería salir? Con la cabeza hecha un lío le pregunté que, entonces, por qué no salía. Insistí en mi pregunta. Él no quería responder. Pero la fuerza de la oración le obligó finalmente. Y si la primera respuesta había sido la respuesta más desconcertante que había escuchado en toda mi vida, la segunda respuesta iba ser todavía más desconcertante. Si la primera era un enigma, la segunda era un enigma elevado al cubo: “Dios no me deja”, dijo finalmente.

·         DIOS NO DEJABA SALIR A “ZABULÓN” DE LA POSESA.

Yo ya no entendía nada. Absolutamente nada. A la pregunta de por qué no salía, la respuesta había sido: yo quiero salir. A la pregunta de por qué entonces no salía la respuesta era: Dios no me deja. Aquello era el mundo al revés. Aquello subvertía todos mis esquemas. El sacerdote tratando de hacer salir al demonio, el demonio queriendo salir y Dios que no le dejaba salir. Desde luego el demonio quería salir porque bien que gritaba y aullaba. Lo llevábamos atormentando durante meses. En esos momentos yo era el cura más perplejo de toda la Iglesia Católica. No se me ocurrió más que llevarlo al sagrario, justo delante del Santísimo Sacramento. Y allí, tan cerca de nuestro Redentor, poniéndome en sus manos, hacerle la pregunta lógica, la pregunta que evidentemente debía seguir a las dos afirmaciones previas: ¿por qué Dios no te deja salir? Pero ¿podía haber alguna respuesta plausible? ¿Podía decir algo que diera sentido a lo que no parecía tener sentido alguno? Debo reconocer que allí junto al sagrario, frente a una preciosa imagen románica de Jesus en majestad -la imagen del ábside de San Clemente de Tahull-, no albergaba ya mucha esperanza de que pudiera escuchar allí algo que me diera un poco de luz. Aún así, confiando más en Jesús en el sagrario, hice con fe, en un supremo esfuerzo de fe, la pregunta: “en el nombre de Jesús, te ordeno que me digas por qué Dios no te deja salir”. El demonio dijo únicamente cuatro palabras. Musitó cuatro sencillas palabras: para que se conciencien”.

De pronto todo tenía sentido: las respuestas anteriores, lo mucho que se estaba prolongando el caso... Todo, aboslutamente todo, tenía ya sentido, un sentido maravilloso que me llenó de gozo. El demonio estaba sufriendo desde hacía meses, él quería salir. Pero Dios no le dejaba salir todavía porque estaba usando este caso para comenzar un proceso de concienciación de la gente. Para que la gente se concienciase que el demonio existe, de que existen en el siglo XXI las posesiones y que la Iglesia tiene el poder de exorcizar.

Todo tenía sentido. Las tres respuestas encajaban perfectamente. Dios tenía sus planes. Incluso de la permisión del mal, sacaba bienes el Todopoderoso.

Recuerdo qué profundamente gozoso salí de la capilla con la madre. El Señor nos estaba usando como instrumentos para concienciar a la gente de estas realidades. La madre había estado a mi lado todo el rato, de manera que había oído todo. Ella se ponía en las manos de Dios y convenía conmigo en que había que hacer lo posible para concienciar a la gente de estas realidades. Hasta ese momento la madre me había dado tantas facilidades para traer psiquiatras a las sesiones de oración porque quería que la gente se concienciase y que ninguna madre tuviera que pasar por las penalidades que ella había pasado hasta encontrar a un sacerdote que las atendiese. Pero ahora lo que veía claro es que aquel caso era algo más que otro caso de posesión. Era un caso en el que Dios tenía sus planes.

La concienciación no era simplemente algo bueno y conveniente que podíamos hacer de paso que orábamos por Marta, sino que la concienciación de la gente era lo que Dios estaba buscando con la prolongación de un caso tan claro, tan de manual. Un caso en que la manifestación del demonio era tan evidente.

La madre entendió perfectamente desde ese día que la concienciación era parte integrante de la liberación de su hija. El caso de Marta no era un caso más, era un caso-signo. Un caso de posesión dado como signo para que mucha gente creyera. Para que a muchos laicos y sacerdotes se les abrieran los ojos y muchos hijos de Dios quedaran liberados del terrible yugo que habían tenido que soportar sin que nadie les ayudase, sin que muchas veces supieran muy bien que lo que sufrían era la opresión del demonio.

·         AHORA ENTRÓ “SATÁN”. ¿QUÉ PRETENDÍAN LOS DEMONIOS CONTRA LA VOLUNTAD DIVINA?

Pero las cosas se iban a complicar un poco más. La madre me llamaba una vez a la semana por teléfono, sólo para hablar un rato. Ella no tenía con quien hablar de lo que le pasaba a su hija. Ni sus familiares, ni amigos conocían la situación que estaba viviendo desde hacía dos años. Así que por lo menos conmigo tenía con quien hablar. La verdad es que disfrutaba oyéndola, pues era una persona espiritual, una persona buena. Pero una noche me llamó y me dijo, padre, no se imagina cómo está esta noche. Ya había habido noches terribles, noches de gritos, de convulsiones, ocasiones había habido en que ella había tenido que sujetar un crucifijo ante su hija y decirle que no se atreviera a atacarla. Pero ahora había cambiado. ¿Qué pasaba? Había entrado otro demonio. Cuando le pregunté si tenía idea del nombre me dijo que sÍ, que lo sabía con seguridad: Satán.

El comportamiento de su hija cuando estaba en trance había variado por completo. Era peor, mucho más agresiva. En un momento dado su hija había tratado de agredirla con un cuchillo.

La posesión de Marta era un caso que había trascendido a la prensa. Había tenido una gran repercusión en los medios y no imaginamos que el bien que esa repercusión había hecho para concienciar a otros, clérigos y laicos, iba a tener un aspecto negativo en el interés de los demonios en que este asunto no acabara en una victoria. Y así Zabulón, tras tantos meses, ¡al fin!, salió en la siguiente sesión, había tardado unos nueve meses en salir. Pero el infierno sabiendo que Zabulón estaba a punto de ceder y salir, y sabiendo que era mucha la gente que seguía este caso y que iban a perder mucho si se decía públicamente que habían sido derrotados los poderes de las tinieblas, decidieron no dejar este caso. Y así Satán, el más poderoso de todos los ángeles caídos, había entrado antes de que saliera el último demonio que quedaba en Marta. Directa y personalmente tomaba el Príncipe de los espíritus malignos a su cargo este caso.

LLevábamos ya más de nueve meses. Satán estaba dentro de ella y para acabar de complicar la cosa, nuevos demonios seguían entrando en la posesa. ¿Por que? En una sesión lo escribió. Había un grupo satánico que hacía ritos para que entraran nuevos demonios en ella. Uno de los miembros –Pablo- estaba obsesionado con la chica, la amaba y quería que fuera de él. El grupo satánico se reunía para invocar a nuevos demonios que entraran en Marta. Con lo cual ellos se reunían una vez a la semana para que entraran, y nosotros una vez a la semana para que salieran.

Alguien podría pensar que el grupo del bien tenía la victoria asegurada porque Cristo es más poderoso. Y pensaría bien. Pero también hay que tener en cuenta una cosa: hacer el mal es mucho más fácil que reparar ese mal. Es mucho más fácil hacer entrar un demonio en una persona, que sacarlo. Hacerlo entrar puede ser cosa de un cuarto de hora, y sacarlo puede ser cosa de horas. Aunque tampoco es automático invocar al demonio y que entre, todo depende de la permisión de Dios.

·         EL DEMONIO “LEDESEIL”. (Demonio de la “desobediencia”)

En la sesión que comenzaba aquella mañana ya sabía, por lo que me decía la madre, que sin duda durante la semana había entrado otro demonio. La hija daba otros signos distintos cuando entraba en trance, aquel demonio le hacía mover los pies como si estuviera haciendo un baile extraño. Movía el pie, o las piernas, como llevando el ritmo de una música invisible. Cuando dieron comienzo mis oraciones comenzó a tararear una música. El demonio al final dijo que se llamaba “Ledeseil”. Cuando le pregunté cuál era su pecado, me respondió que era la desobediencia. Comencé a hablarle de la obediencia. Esto de predicar a los demonios mientras se les exorciza no deja de tener una cierta gracia. Pero hacer eso les tortura muchísimo. El que un demonio de desobediencia tenga que escuchar a un cura que le habla de lo maravillosa que es la virtud de la obediencia, y que cuanto más le hubiera valido obedecer, y que se fijara en la belleza de la obediencia de la Virgen María, y esto intercalado con fragmentos de la Sagrada Escritura acerca de esta misma virtud, entonces todo esto es como aceite hirviendo sobre el espíritu demoníaco. Las palabras era como si le quemaran. La verdad le produce un intenso dolor.

Después de un rato de debilitarle con este sufrimiento, le pregunté qué era lo que más le atormentaba, y me contestó que el agua bendita. Le rocié abundantemente con el hisopo, le di a beber agua bendita, pero no salía. Cuando le pregunté que qué tenía que hacer su respuesta fue: ¡Impaciente! Y efectivamente insistiendo al final salió. Es curioso, algunos sacerdotes cuando los exorcismos se prolongan mucho se preguntan si lo estarán haciendo bien. Y es que hay que tener en cuenta que por bien que se hagan las cosas, un exorcismo dura su tiempo, se toma obligatoriamente sus horas aunque lo hiciera San Juan de la Cruz. Sea dicho de paso, al mismo San Juan de la Cruz hubo uno que le duró meses.

En la siguiente sesión tuve la alegría de tener en la iglesia al profesor de psiquiatría, Manuel Gurpegui, de la Universidad de Granada. El cual se mostró a favor de la existencia de la posesión y me dio bastante bibliografía de los últimos años sobre el tema de la posesión en las revistas especializadas de psiquiatría. También vino a una de las sesiones el padre Loring. Yo tenía bastante admiración por este famoso jesuíta que tanto apostolado había hecho. Se me ocurrió que invitarle sería un modo de ayudar al proceso de concienciación dentro de las mismas órdenes religiosas. Quedó muy impresionado por lo que vio.

Los meses pasaban y las sesiones de oración por Marta también. En otra sesión el demonio que tenía dentro se resistió dos horas a dar el nombre. Se resistió tanto porque saber su nombre era algo esencial. Ya que era un nombre dado por Dios, y ese nombre le mortificaba de un nombre terrible. Su nombre era Belseinbageim. Cuando le pregunté qué significaba nos dijo que "el que se hundió en la miseria y las tinieblas de Dios". Era mencionarle su nombre y observar terribles agitaciones. Provocaba esto un efecto tan grande en él que incluso le ordené al mismo demonio que dijera su propio nombre. Cada vez que lo decía, porque así se lo ordenaba yo, se convulsionaba terriblemente. Cuando le pregunté cual era su pecado, me dijo que todos. Y añadió: no hay pecado que no tenga. Al inquirir qué había que hacer para que saliera me dijo que: “insistir con su nombre”.

·         ORDENAR A SATÁN DEJE SALIR A DEMONIOS QUE DEPENDEN DE ÉL PARA QUE SALGAN DEL POSESO.

Pero no salía. Se había pasado la hora en que debíamos acabar, pues o salíamos de la iglesia en pocos minutos o la madre y la hija no llegarían a tiempo a sus responsabilidades de la tarde. Y, sin embargo, con esta premura de tiempo el demonio no salía. Al final le ordené en el nombre de Jesús, una vez más, que revelara que debía hacer para que saliera ya, en ese momento. Y entonces me dijo: “ordena a Satán que me deje marchar”. Era curioso, el demonio inferior sufría y quería marchar, pero Satán no le dejaba. Sufría y sufría, pero Satán no le permitía marchar.

He observado que en un poseso los demonios inferiores son como un escudo para los más fuertes. Cuando el más fuerte se queda solo está como desguarnecido. Aún así, siempre en un exorcismo el último, aún solo, es el que más cuesta que salga.

Le ordené a Satán que le dejara marchar. Pero aquello se seguía demorando. La situación de la hora nos ponía en gran tensión a todos. Pues la madre, que era una trabajadora, debía cumplir un horario obligatoriamente. Volví a interrogar a Belseinbagein. Respondió: “ordénale en el nombre de Dios que me deje marchar y que se marche él”. Cuando lo hice se convulsionó, gritó terriblemente, y la chica se quedó finalmente tranquila y abrió los ojos. Cuando un demonio abandona a un poseso, la persona abre los ojos y siente una gran alegría, como el que sale de una pesadilla.

El detalle de como salió Belseinbagein puede parecer que no tiene importancia, pero la tiene. En no pocas ocasiones he comprobado la eficacia de usar esta técnica. Es decir, la de exorcizar al demonio superior y ordenarle que deje marchar al inferior. Hago notar que conviene hacer las dos cosas: exorcizar directamente al superior y ordenar que deje marchar al inferior. Para exorcizar directamente al superior es necesario conocer el nombre del demonio de más rango que hay en el cuerpo de esa persona.

Habrá algún sacerdote que se extrañe de que el exorcismo tenga sus técnicas. Pero es así, este ministerio tiene su técnica y sus particularidades. Pues si hay manuales de confesores, es porque hasta en la confesión la experiencia enseña que conviene hacer unas cosas y no otras; lo mismo en esta materia. Y así entre los sacerdotes que se dedican a esta materia hay una cierta comunicación porque hay casos muy difíciles en los que conviene compartir información. Y una de esas cosas importantes es ésta que acabo de decir. Cuando comprobé esto, compredí el sentido de una frase que dijo aquella posesa hacía ya mucho tiempo y cuyo significado no comprendí: el primero y el último. A veces los posesos dicen cosas que creemos irrelevantes y que sólo al conectar esa información con la información de otros casos comprendemos lo que quería decirnos.

Alguién podría preguntarse por qué no nos dice las cosas claramente. Si el demonio responde, ¿por qué en ocasiones lo hace de forma oscura? La razón está en que a veces la fuerza invisible de la oración le obliga a decirnos algo, pero después se resiste con todas sus fuerzas a explicarlo. Y desde luego siempre que explica algo lo hace del modo más breve posible. La explicación a veces es tan críptica como lo que se trata de iluminar. A los sacerdotes que se dedican a este ministerio los años les van dando más luz para entender este tipo de cosas. La experiencia nos ayuda a comprender que todos los casos de posesos están sujetos a las mismas pautas, a las mismas normas.

28 de diciembre 2002

Esta sesión tuvo lugar el 28 de diciembre de 2002. Lo sé con seguridad porque lo anoté. De las otras sesiones anoté sesión por sesión los hechos relevantes, pero no las fechas. Estaba tan convencido de que el caso estaba tan a punto de acabar, de que quedaba tan poco, que esa fue la razón de que sólo anotara los detalles más significativos. Cada día me imaginé que quedaba una o dos sesiones más. He conocido muchos casos de posesión que han acabado en media hora. ¡Pero nunca había llevado un caso de nueve meses! Jamás se me pasó por la cabeza que el proceso iba a ser tan largo y por eso prescindí de llevar un registro más cuidadoso de los detalles. Pero cuando ya llevábamos casi un año fue cuando ante la insistencia de dos psiquiatras me convencí de que aquello debía ser anotado de un modo más detallado. De hecho, hasta la misma fecha del comienzo de todo este proceso tuve que preguntarla a la madre. Afortunadamente, ella sí que la apuntó.

Así que hice de tripas corazón e hice propósio de seguir orando cada semana por aquella chica se prolongase aquello todo lo que se prolongase. A la sesión del 28 de diciembre vinieron dos claretianos y como siempre cierto psiquiatra profesor en Madrid. Este profesor desde que presenció la primera sesión se convirtió durante dos meses en un asistente fijo de las sesiones.

Aquella mañana, en la posesa se encontraba sólo Satán. Se retorció y gritó mucho. Casi desde el principio obedeció bastante. Lo que más hicimos durante aquella mañana fue rezar rosarios, cuatro en total. Hicimos poco más porque yo ya estaba muy convencido de que todo lo que teníamos que hacer era rezar para que Dios dijera: ¡este es el día! De hecho, sólo repetirle: haec est dies, es algo que ponía a Satán frenético. Haec est dies quae fecit Dominus”, “éste es el día que hizo el Señor”. Satán sabía que el día se acercaba. El día en que saldría, el día en que podría salir yo de aquella iglesia y decir públicamente que el pulso entre el poder de Cristo y Satán había acabado. No tenía duda alguna de quien sería el derrotado. Satán conocía su derrota, pero trataba por todos los medios de retrasarla. En cada caso de exorcismo que ha habido en la historia, el demonio sabe que tendrá que salir, pero se resiste hasta el final para hacer sufrir todo lo que pueda.

Yo era consciente de que ya todo dependía de Dios, Satán no quería irse, sólo Dios podía echarle. Teníamos que esperar a que llegara el día determinado por Dios, el día en que Él le echaría. Pero también habíamos descubierto que no eran inútiles las sesiones de oraciones para que saliera. Porque cuanto más se le exorciza, más débil está y más poder perdía sobre la chica. Además, cada exorcismo es un rato de oración. Y la oración aceleraba la llegada de ese día cuya fecha desconocíamos.

Al principio de la sesión le pregunté: ¿cuántos estáis? la Respuesta fue “YO”. Lo dijo con una voz terrible. Escuchar a Satán es impresionante, su voz es la peor, la que más odio denota. Las oraciones en aquella mañana siguieron.

En un momento dado hizo gesto en el aire con la mano de querer escribir. Pero fue “San Miguel” el que se comunicó con nosotros a través de la escritura, pues nos escribió lo siguiente:

“tenéis que tener fe, queda poco”,

Los ángeles no hablan a través de los posesos, pero aquel caso iba a ser especial. Si hablándome de otro caso, me hubieran dicho que San Miguel había dicho algo a través del poseso, hubiera contestado sin dudarlo que aquello era una treta del demonio haciéndose pasar por el arcángel. Hubiera pensado eso y sigo pensando eso. Pero aquel caso era especial. La madre y yo supimos con total seguridad que sí, que era San Miguel. El santo arcángel apiadado del sufrimiento de la hija y la madre les quiso consolar.

Satán sabía que el día en que saldría se aproximaba, pero lo que más le hacía sufrir era tener la certeza de que aquel caso había sido dado por Dios como un signo. Satán sabía muy bien cuanta gente había repensado todo el tema de la posesión a través de los psiquiatras que habían pasado por ahí y habían estudiado el caso. Eran muchos los psiquiatras, sacerdotes que habían pasado. También se había escrito mucho sobre este caso. En cuanto yo se lo recordaba se descomponía y gritaba. Sobre todo cuando le decía que él mismo se había transformado sin quererlo en un instrumento de Dios. Eres un instrumento involuntario para la gloria de Dios, le recordaba. Mucha gente va a creer a través de ti, eres un apóstol involuntario de Dios, le decía yo no sin una cierta ironía.

Los demonios odian la letanía de los santos. Y curiosamente hemos comprobado que algunos santos han recibido el encargo especial de Dios de ayudar en los exorcismos. El terror de los demonios cuando oyen que se invoca a San Miguel es evidente. Otro santo cuya invocación causa también terror en muchos demonios es San Jorge. A San Jorge se le representa clavando una lanza en un dragón. Ha corrido bastante tinta -aunque no ríos- sobre qué significaba aquel dragón bajo el santo guerrero. Normalmente se decía que provenía de una leyenda, una leyenda bastante insustancial y completamente inventada. Estoy en condiciones de asegurar que ese dragón representa al demonio. La iconografía primitiva lo pintó así, y los siglos crearon posteriormente toda una leyenda para el dragón. También el cerdo que aparece a los pies de San Antonio Abad representa el demonio contra cuyas insidias luchó. Aunque los siglos han hecho iconográficamente cada vez más simpático al animalillo. Hay que hacer notar que en ciertas ocasiones al invocar a estos santos no se observa ninguna agitación especial en los posesos. Ya he dicho que no todo atormenta de igual manera a todos los demonios. Y que un mismo demonio puede en ocasiones resistir algo que le desagrada y no manifestar nada externamente.

Pero hay veces que cuando se persevera en la invocación a un santo de pronto el poseso mira a un punto concreto del aire y pone cara de terror. Y comienza a arañar al aire, como si hubiera alguien allí. Araña, da golpes, brama, se fatiga como si estuviera combatiendo contra alguien. Y los presentes presenciamos aquella lucha entre dos espíritus. Tras esa lucha el demonio suele salir.

Al comienzo de las sesiones había pensado que daba lo mismo invocar a un santo que a otro, que a pesar de la tradición daba lo mismo invocar a San Miguel que a otro, que todos tienen el mismo poder. Pero ahora veo que no. Por supuesto que se puede invocar a cualquier santo. Pero es San Miguel el que ha recibido un encargo especial por parte de Dios para luchar contra el demonio. En una ocasión Zabulón había dicho que San Jorge ya le había expulsado de posesos en más ocasiones durante la historia. Si hay santos especializados en ayudarnos en los exorcismos, otros santos también pueden estar especializados en ayudarnos en otras cosas.

11 de enero 2003

En esta ocasión estuvimos sólo la madre, la hija y yo.

Entra el demonio Jánser = “la luz que se apagó”.

Había entrado otro demonio de nombre Jánser, que él mismo nos dijo que significa "la luz que se apagó". El agua bendita, bebida o asperjada, era lo que más le atormentaba. Ese día era muy frío, e incluso al mediodía las cañerías seguían congeladas y no había agua. Había agua bendita en la pila de entrada, pero por supuesto no quería darle a beber agua en la que todos habían metido los dedos al entrar en la iglesia durante días. Así que me propuse ir a la casa más próxima del vecindario a por agua. Pero antes de salír me topé con una botella de limonada. Pensé, la limonada es esencialmente agua, ¿tendría el mismo efecto que si bendijera sólo agua? ¿Por qué No? Si iba a una casa pidiendo agua tendría que dar explicaciones, así que me dispuse a bendecir aquella botella. La sesión comenzó pero pronto vi que aquel líquido bendito, aunque al demonio le producía alguna molestia, no le atormentaba tanto como el agua. Le pregunté el por qué de aquello. Al princpio se resistió, después dijo entrecortadamente, obligado por la oración: que el agua es símbolo de limpieza... pureza... claridad. Comprendí entonces que al demonio le atormentan de un modo especial los objetos materiales bendecidos que le recuerdan cosas espirituales. La Iglesia ha hecho uso especialmente de unas cosas benditas y no de otras. Fue una enseñanza que no me esperaba pero que albergaba un profundo sentido teológico.

Al final, después de mucho insistir, el demonio Jánser exclamó que ordenáramos a Satán que le dejase marchar. Le dije que si quería marchar que se marchase. Pero él insistió que Satán no le dejaba. Años atrás cuando escribía mi tesis sobre los demonios pensaba que los demonios no tenían más poder entre ellos que el de comunicarse. Y por tanto que lo único que podían hacer era tratar de convencerse entre sí para hacer algo. Pensaba también que cuando había una lucha entre un ángel y un demonio, esa lucha consistía en que el ángel atormentaba al demonio al recordarle la verdad. Pero ahora sé que aunque era verdad lo que pensaba, había más cosas de las que en ese momento vislumbré. Y así con este caso descubrí que existía un verdadero poder en las relaciones entre espíritus. Expresamente Jánser me confirmó en ello. Pero cuando le pregunté al demonio qué tipo de poder era ese me respondió con un lacónico: “tú no lo comprenderías”. Pero sí que dijo que Satán es el jefe y yo soy un ángel de nivel inferior.

Al final, tras mucho invocar a San Miguel, vino. Nosotros no lo veíamos, pero la posesa de pronto abrió lo ojos y miró a un punto concreto con terror, como diciendo "no" con la cabeza. Hubo una lucha contra alguien al que no veíamos, lucha en la que la posesa arañaba al aire. Después el arcángel le hizo ir hasta el sagrario y besarlo. Cuando un santo viene a un exorcismo le puede obligar a hacer cosas. Todo lo hizo a la fuerza, con lentitud, pero lo hizo apenas porque ya he dicho que unos espíritus pueden forzar a otros a hacer cosas por más que odien hacerlas. Esto es válido también entre los malos espíritus, que también puede uno superior forzar a algo a uno inferior.

Después que besó el sagrario, acto seguido cayó al suelo, se convulsionó y salió el demonio. Tras salir habló a través de ella San Miguel. Hasta entonces San Miguel se había comunicado con nosotros escribiendo, pero no hablando. Era la primera vez que lo hizo, también la última. Su voz, a diferencia de la del demonio, era bella. Más bella incluso que la de Marta cuando estaba en estado normal. Era una voz que transmitía paz, serenidad, amor y bondad, una gran bondad y ternura. Todos nos emocionamos. Aquella voz nos dijo que tuviéramos fe, que vendría un gran bien para toda España de todo esto. Como es lógico aquella escena fue tan impresionante, que ningún escrito puede reflejar la emoción de ese momento, todos estábamos llorando.

Cuando acabábamos cada semana la sesión, dejábamos de orar por la posesa y ella sola volvía en sí. Ese día, dando por concluida la sesión, nos levantamos todos, pues estábamos arrodillados frente al sagrario, cuando aquella voz maravillosa nos dijo que diéramos gracias a Dios. Era cierto, a veces con la emoción, el cansancio y la alegría de que saliera un demonio, se nos olvidaba agradecer a Dios la liberación que había concedido. Desde entonces ya nunca me he olvidado de dar gracias a Dios al final de cada sesión por el demonio o los demonios que han salido.
(Continúa en: Parte 3 de 6.- 18 enero 2003)