LOS EXORCISMOS DE MARTA
EXORCISMOS REALES
EXORCISMOS REALES
Parte 2 de 6
MUNDO SOBRENATURAL
·
EL DEMONIO “AZABEL”.
Uno de los demonios que quedaban se llamaba “Azabel”. Cuando salío de la posesa se apagó una vela del
altar. Justo cuando va a salir un demonio es cuando se producen tanto la
agitación como los gritos más intensos. Son tan tremendos que incluso uno que
no sepa sobre esta materia, al verlo, se da cuenta de que va a ocurrir algo.
·
Sus reacciones ante “la Comunión” y su forma de
administrarla.
Otra de las cosas que se puede
hacer es darles la comunión. La posesión es algo que afecta sólo al
cuerpo, de manera que el alma puede estar en gracia de Dios. Le pregunté antes de empezar la sesión si podía
comulgar, me dijo que sí. Si uno durante la sesión va con la comunión y quiere
darle de comulgar, el sacerdote observará que el poseso cierra la boca con
todas sus fuerzas. No debe tratar de introducir a la fuerza la eucaristía en la
boca. Además de que eso sería indecoroso para la comunión, no se lograría. Y si
se lograra la escupiría. Por eso la administración de este sacramento debe
hacerse sólo cuando el demonio obedece, para lograr lo cual a veces se
requieren horas. Horas de oración que le van doblegando. Al final, cuando ya
obedece de forma continuada a besar la cruz o una estampa, es el momento de
darle la comunión. Pero he dicho cuando ya obedece de forma continuada. Y aún
así, cuando llega el momento de recibir la comunión se resiste mucho.
Como la posesa estaba siempre con los ojos cerrados, antes de darle la
comunión le ordenaba que abriera los ojos y que mirara la Santísima Eucaristía.
Abría los ojos y los mostraba en blanco, pero insitiendo por fin bajaba las
pupilas y miraba la forma que le mostraba en mis manos. Al principio la mirada
de la posesa al mirar la forma era nEutra, pero segundos después mostraba
pánico. Muchas veces al mirarla ha comenzado su cabeza a temblar y se ha
marchado rápidamente gateando hacia atrás sin dejar de mirar la Sagrada
Eucaristía. Es entonces cuando con autoridad le ordeno que vuelva. La posesa
lentamente obedece. Después le ordeno que se arrodille, al final lo hace. Y
cuando recibe la comunión hay que ordenarle que cierre la boca. Y
después que la trague, sino puede tenerla largos minutos en la boca. Es
curioso, sólo cuando entra en el estómago es cuando se produce la explosión de
convulsiones y gritos. En la boca no, sino cuando la traga.
Muchas veces (en más de veinte ocasiones) he observado justo en ese momento
unas convulsiones imposibles incluso para un consumado gimnasta. Pues en
cuestión de fracciones de segundo levanta las extremidades inferiores y las
baja con todas sus furzas. Y antes de que las piernas caigan sobre la
colchoneta, levantaba el torso hacia arriba. De forma que había unos instantes
en que el cuerpo quedaba completamente suspendido en el aire. A toda velocidad
estas convulsiones se repetían durante cuatro o cinco minutos en cada sesión
tras recibir la comunión.
Al principio pensábamos que era cosa de pocas semanas más. Los demonios
iban saliendo. Un día quedaban ya tres. Otro día dos. Finalmente uno. En
ocho ocasiones fueron expulsados paulatinamente todos, pero el último se
resitió de un modo tremendo. Ya he dicho al comienzo que el último demonio
respondía al nombre de Zabulón.
·
Significado del nombre del demonio “Zabulón”
=“morada”.
“Zabulón” era el nombre de uno de los hijos de Jacob. Pero el nombre
también significaba morada. El sentido del nombre en este demonio estaba claro.
Zabulón tenía ese nombre porque era un demonio que hacía morada en el poseso. Y
así fue, se resistía y se resistía a salir. Se retorcía, gritaba, aullaba, pero
tras dos horas continuaba en el cuerpo. Las semanas comenzaron a pasar. Un buen
día la madre me dijo por teléfono algo que yo no sabía.
-Padre, no he querido decírselo para no desmoralizarle. Pero el nombre de
Zabulón aparece en el libro del padre Gabriele Amorth -un libro que
habían leído madre e hija y que se titula “Habla
un exorcista”.
-¿Y qué dice?
-Pues el padre Gabriele dice que hay demonios que son como los peces gordos
del infierno -usaba esa palabra- y que cuesta mucho sacarlos. Da una lista de
nombres, y en esa lista aparece este nombre: Zabulón.
Al colgar el teléfono, como tenía el libro, comprobé lo que me había dicho.
Y efectivamente allí estaba lo que la madre me comentó. Sí hay demonios que
cuesta más que otros el sacarlos, hay algunos que son los peores de entre los
peores. Y entre ellos estaba éste: Zabulón.
Bien, no me desmoralicé lo más mínimo. Le había dicho que seguiríamos
rezando el tiempo que hiciera falta.
·
PARTICIPACIÓN DE PSIQUIATRAS A INVITACIÓN DEL
EXORCISTA.
La verdad es que el que aquello se prolongara en el tiempo me permitió ir
invitando a distinguidos psiquiatras a que estudiaran el caso. No pocos
catedráticos y prestigiosos especialistas pasaron por aquella capilla. Unos
llegaban partiendo del hecho de que el espíritu no existía, otros no. Al final
unos creían que aquello se podía explicar con categorías meramente
psiquiátricas y otros no. En buena parte de los casos, después noS quedábamos a
comer juntos. Aunque sin la presencia de la madre y la hija, que por cuestiones
de horario, nunca se podían quedar con nosotros.
Aquellas comidas resultaron apasionantes discusiones. Unos psiquiatras a
favor, otros en contra. Incluso los contrarios a creer que existiera la
posesión, reconocían que se trataba de un caso verdaderamente fascinante desde
el mero punto de vista psiquiátrico. De entre todos los escépticos que pasaron
quiero mencionar al catedrático Higueras de la facultad de medicina de Granada.
Un contrincante verdaderamente inteligente donde los haya. En aquella comida en
que estuvo el doctor Higueras, en aquella mesa redonda de un restaurante
enfrente del obispado, mantuvimos una discusión verdaderametne antológica. Sólo
aquellos cuatro psiquiatras, los bistecs de ternera asada y yo fuimos testigos
de aquella discusión entre la psique y el espíritu, entre Freud y San Pablo. La
mitad de los psiquiatras presentes estaba de mi lado, la otra mitad del lado de
la disociación de la personalidad. Cuando le hablaba a mi adversario de los
hechos extraordinarios, la respuesta era siemrpe: “pero no han ocurrido
delante de mí”.
Cada cesión presentas hechos distintos, dependiendo de diversas
circunstancias: tipo de asistentes, intenciones, etc.
Efectivamente, no en todas las sesiones ocurrían las mismas cosas. En
algunas sólo se daban las crisis de odio y furia. Algunas sesiones, incluso,
eran decepcionantes para aquellos que iban en busca de cosas extraordinarias.
Otras eran más aterradoras en gritos y cosas similares.
Las sesiones siguieron. Seguían y seguían, las semanas pasaban y pasaban,
pero el último demonio no salía. ¿Estábamos haciendo algo mal? Yo no
desesperaba; pero aquello se estaba alargando mucho. En un momento dado decidí
preguntarle por qué no salía. Le ordené en nombre de Jesús que me respondiera,
insistí, perseveré en la pregunta. Finalmente dio una repuesta, quizá la única
respuesta que yo no me esperaba. De todas cuantas respuestas se me hubieran
podido ocurrir, ésta era la única que jamás se me habría ocurrido. La respuesta
fue: yo quiero salir. ¿¡Qué quería salir!? ¡Pues que saliese! No entendía nada.
Yo era el que le estaba queriendo hacer salir ¿y él quería salir? Con la cabeza
hecha un lío le pregunté que, entonces, por qué no salía. Insistí en mi
pregunta. Él no quería responder. Pero la fuerza de la oración le obligó
finalmente. Y si la primera respuesta había sido la respuesta más
desconcertante que había escuchado en toda mi vida, la segunda respuesta iba
ser todavía más desconcertante. Si la primera era un enigma, la segunda era un
enigma elevado al cubo: “Dios no me deja”, dijo finalmente.
·
DIOS NO DEJABA SALIR A “ZABULÓN” DE LA POSESA.
Yo ya no entendía nada. Absolutamente nada. A la pregunta de por qué no
salía, la respuesta había sido: yo quiero salir. A la pregunta de por qué
entonces no salía la respuesta era: Dios no me deja. Aquello era el mundo al
revés. Aquello subvertía todos mis esquemas. El sacerdote tratando de hacer
salir al demonio, el demonio queriendo salir y Dios que no le dejaba salir.
Desde luego el demonio quería salir porque bien que gritaba y aullaba. Lo
llevábamos atormentando durante meses. En esos momentos yo era el cura más
perplejo de toda la Iglesia Católica. No se me ocurrió más que llevarlo al
sagrario, justo delante del Santísimo Sacramento. Y allí, tan cerca de nuestro
Redentor, poniéndome en sus manos, hacerle la pregunta lógica, la pregunta que
evidentemente debía seguir a las dos afirmaciones previas: ¿por qué Dios no te deja
salir? Pero ¿podía haber alguna respuesta plausible? ¿Podía decir algo que
diera sentido a lo que no parecía tener sentido alguno? Debo reconocer que allí
junto al sagrario, frente a una preciosa imagen románica de Jesus en majestad
-la imagen del ábside de San Clemente de Tahull-, no albergaba ya mucha
esperanza de que pudiera escuchar allí algo que me diera un poco de luz. Aún
así, confiando más en Jesús en el sagrario, hice con fe, en un supremo
esfuerzo de fe, la pregunta: “en el nombre de Jesús, te ordeno que me
digas por qué Dios no te deja salir”. El demonio dijo únicamente cuatro
palabras. Musitó cuatro sencillas palabras: “para que se conciencien”.
De pronto todo tenía sentido: las respuestas anteriores, lo mucho que se
estaba prolongando el caso... Todo, aboslutamente todo, tenía ya sentido, un
sentido maravilloso que me llenó de gozo. El demonio estaba sufriendo desde
hacía meses, él quería salir. Pero Dios no le dejaba salir todavía porque
estaba usando este caso para comenzar un proceso de concienciación de la gente.
Para que la gente se concienciase que el demonio existe, de que existen en el
siglo XXI las posesiones y que la Iglesia tiene el poder de exorcizar.
Todo tenía sentido. Las tres respuestas encajaban perfectamente. Dios tenía
sus planes. Incluso de la permisión del mal, sacaba bienes el Todopoderoso.
Recuerdo qué profundamente gozoso salí de la capilla con la madre. El Señor
nos estaba usando como instrumentos para concienciar a la gente de estas
realidades. La madre había estado a mi lado todo el rato, de manera que había
oído todo. Ella se ponía en las manos de Dios y convenía conmigo en que había
que hacer lo posible para concienciar a la gente de estas realidades. Hasta ese
momento la madre me había dado tantas facilidades para traer psiquiatras a las
sesiones de oración porque quería que la gente se concienciase y que ninguna
madre tuviera que pasar por las penalidades que ella había pasado hasta
encontrar a un sacerdote que las atendiese. Pero ahora lo que veía claro es que aquel
caso era algo más que otro caso de posesión. Era un caso en el que Dios tenía
sus planes.
La concienciación no era simplemente algo bueno y conveniente que podíamos
hacer de paso que orábamos por Marta, sino que la concienciación de la gente
era lo que Dios estaba buscando con la prolongación de un caso tan claro, tan
de manual. Un caso en que la manifestación del demonio era tan evidente.
La madre entendió perfectamente desde ese día que la concienciación era
parte integrante de la liberación de su hija. El caso de Marta no era un caso
más, era un caso-signo. Un caso de posesión dado como signo para que
mucha gente creyera. Para que a muchos laicos y sacerdotes se les abrieran los
ojos y muchos hijos de Dios quedaran liberados del terrible yugo que habían
tenido que soportar sin que nadie les ayudase, sin que muchas veces supieran
muy bien que lo que sufrían era la opresión del demonio.
·
AHORA ENTRÓ “SATÁN”. ¿QUÉ PRETENDÍAN LOS
DEMONIOS CONTRA LA VOLUNTAD DIVINA?
Pero las cosas se iban a complicar un poco más. La madre me llamaba una vez
a la semana por teléfono, sólo para hablar un rato. Ella no tenía con quien
hablar de lo que le pasaba a su hija. Ni sus familiares, ni amigos conocían la
situación que estaba viviendo desde hacía dos años. Así que por lo menos
conmigo tenía con quien hablar. La verdad es que disfrutaba oyéndola, pues era
una persona espiritual, una persona buena. Pero una noche me llamó y me dijo,
padre, no se imagina cómo está esta noche. Ya había habido noches terribles,
noches de gritos, de convulsiones, ocasiones había habido en que ella había
tenido que sujetar un crucifijo ante su hija y decirle que no se atreviera a
atacarla. Pero ahora había cambiado. ¿Qué pasaba? Había entrado otro demonio.
Cuando le pregunté si tenía idea del nombre me dijo que sÍ, que lo sabía con
seguridad: Satán.
El comportamiento de su hija cuando estaba en trance había variado por
completo. Era peor, mucho más agresiva. En un momento dado su hija había
tratado de agredirla con un cuchillo.
La posesión de Marta era un caso que había trascendido a la prensa. Había
tenido una gran repercusión en los medios y no imaginamos que el bien que esa
repercusión había hecho para concienciar a otros, clérigos y laicos, iba a
tener un aspecto negativo en el interés de los demonios en que este asunto no
acabara en una victoria. Y así Zabulón, tras tantos meses, ¡al fin!, salió en
la siguiente sesión, había tardado unos nueve meses en salir. Pero el infierno
sabiendo que Zabulón estaba a punto de ceder y salir, y sabiendo que era mucha
la gente que seguía este caso y que iban a perder mucho si se decía
públicamente que habían sido derrotados los poderes de las tinieblas,
decidieron no dejar este caso. Y así Satán, el más poderoso de todos los
ángeles caídos, había entrado antes de que saliera el último demonio que
quedaba en Marta. Directa y personalmente tomaba el Príncipe de los espíritus
malignos a su cargo este caso.
LLevábamos ya más de nueve meses. Satán
estaba dentro de ella y para acabar de complicar la cosa, nuevos demonios
seguían entrando en la posesa. ¿Por que? En una sesión lo escribió. Había un grupo satánico que hacía ritos para que entraran
nuevos demonios en ella. Uno
de los miembros –Pablo- estaba obsesionado con la chica, la amaba y quería que
fuera de él. El grupo satánico se reunía para invocar a nuevos demonios que
entraran en Marta. Con lo cual ellos se reunían una vez a la semana para que
entraran, y nosotros una vez a la semana para que salieran.
Alguien podría pensar que el grupo del bien tenía la victoria asegurada
porque Cristo es más poderoso. Y pensaría bien. Pero también hay que tener en
cuenta una cosa: hacer el mal es mucho más fácil que reparar ese mal. Es mucho
más fácil hacer entrar un demonio en una persona, que sacarlo. Hacerlo entrar
puede ser cosa de un cuarto de hora, y sacarlo puede ser cosa de horas. Aunque
tampoco es automático invocar al demonio y que entre, todo depende de la
permisión de Dios.
·
EL DEMONIO “LEDESEIL”. (Demonio de la “desobediencia”)
En la sesión que comenzaba aquella mañana ya sabía, por lo que me decía la
madre, que sin duda durante la semana había entrado otro demonio. La hija daba
otros signos distintos cuando entraba en trance, aquel demonio le hacía mover
los pies como si estuviera haciendo un baile extraño. Movía el pie, o las
piernas, como llevando el ritmo de una música invisible. Cuando dieron comienzo
mis oraciones comenzó a tararear una música. El demonio al final dijo que se
llamaba “Ledeseil”. Cuando le pregunté cuál era su pecado, me respondió
que era “la desobediencia”.
Comencé a hablarle de la obediencia. Esto de predicar a los demonios
mientras se les exorciza no deja de tener una cierta gracia. Pero hacer eso les
tortura muchísimo. El que un demonio de desobediencia tenga que escuchar a
un cura que le habla de lo maravillosa que es la virtud de la obediencia, y que
cuanto más le hubiera valido obedecer, y que se fijara en la belleza de la
obediencia de la Virgen María, y esto intercalado con fragmentos de la Sagrada
Escritura acerca de esta misma virtud, entonces todo esto es como aceite
hirviendo sobre el espíritu demoníaco. Las palabras era como si le quemaran. La
verdad le produce un intenso dolor.
Después de un rato de debilitarle con este sufrimiento, le pregunté qué era
lo que más le atormentaba, y me contestó que el agua bendita. Le rocié
abundantemente con el hisopo, le di a beber agua bendita, pero no salía. Cuando
le pregunté que qué tenía que hacer su respuesta fue: ¡Impaciente! Y
efectivamente insistiendo al final salió. Es curioso, algunos sacerdotes cuando
los exorcismos se prolongan mucho se preguntan si lo estarán haciendo bien. Y
es que hay que tener en cuenta que por bien que se hagan las cosas, un
exorcismo dura su tiempo, se toma obligatoriamente sus horas aunque lo hiciera
San Juan de la Cruz. Sea dicho de paso, al mismo San Juan de la Cruz hubo uno
que le duró meses.
En la siguiente sesión tuve la alegría de tener en la iglesia al profesor
de psiquiatría, Manuel Gurpegui, de la Universidad de Granada. El cual se
mostró a favor de la existencia de la posesión y me dio bastante bibliografía
de los últimos años sobre el tema de la posesión en las revistas especializadas
de psiquiatría. También vino a una de las sesiones el padre Loring. Yo tenía
bastante admiración por este famoso jesuíta que tanto apostolado había hecho.
Se me ocurrió que invitarle sería un modo de ayudar al proceso de
concienciación dentro de las mismas órdenes religiosas. Quedó muy impresionado
por lo que vio.
Los meses pasaban y las sesiones de oración por Marta también. En otra
sesión el demonio que tenía dentro se resistió dos horas a dar el nombre. Se
resistió tanto porque saber su nombre era algo esencial. Ya que era un
nombre dado por Dios, y ese nombre le mortificaba de un nombre terrible. Su
nombre era “Belseinbageim”. Cuando le pregunté qué significaba nos
dijo que "el que se hundió en la miseria y las tinieblas de Dios".
Era mencionarle su nombre y observar terribles agitaciones. Provocaba esto un
efecto tan grande en él que incluso le ordené al mismo demonio que dijera su
propio nombre. Cada vez que lo decía, porque así se lo ordenaba yo, se
convulsionaba terriblemente. Cuando le pregunté cual era su pecado, me dijo que
todos. Y añadió: no hay pecado que no tenga. Al inquirir qué había que hacer para que saliera me dijo que:
“insistir con su nombre”.
·
ORDENAR A SATÁN DEJE SALIR A DEMONIOS QUE
DEPENDEN DE ÉL PARA QUE SALGAN DEL POSESO.
Pero no salía. Se había pasado la hora en que debíamos acabar, pues o
salíamos de la iglesia en pocos minutos o la madre y la hija no llegarían a
tiempo a sus responsabilidades de la tarde. Y, sin embargo, con esta premura de
tiempo el demonio no salía. Al final le ordené en el nombre de Jesús, una vez
más, que revelara que debía hacer para que saliera ya, en ese momento. Y
entonces me dijo: “ordena a Satán que me deje marchar”. Era curioso, el demonio
inferior sufría y quería marchar, pero Satán no le dejaba. Sufría y sufría,
pero Satán no le permitía marchar.
He observado que en un poseso los demonios inferiores son como un escudo
para los más fuertes. Cuando el más fuerte se queda solo está como
desguarnecido. Aún así, siempre en un
exorcismo el último, aún solo, es el que más cuesta que salga.
Le ordené a Satán que le dejara marchar. Pero aquello se seguía demorando.
La situación de la hora nos ponía en gran tensión a todos. Pues la madre, que
era una trabajadora, debía cumplir un horario obligatoriamente. Volví a
interrogar a Belseinbagein. Respondió: “ordénale en el nombre de Dios que me
deje marchar y que se marche él”. Cuando lo hice se convulsionó, gritó
terriblemente, y la chica se quedó finalmente tranquila y abrió los ojos.
Cuando un demonio abandona a un poseso, la persona abre los ojos y siente una
gran alegría, como el que sale de una pesadilla.
El detalle de como salió Belseinbagein puede parecer que no tiene
importancia, pero la tiene. En no pocas ocasiones he comprobado la eficacia de
usar esta técnica. Es decir, la de
exorcizar al demonio superior y ordenarle que deje marchar al inferior. Hago
notar que conviene hacer las dos cosas: exorcizar directamente al superior y
ordenar que deje marchar al inferior. Para exorcizar directamente al superior
es necesario conocer el nombre del demonio de más rango que hay en el cuerpo de
esa persona.
Habrá algún sacerdote que se extrañe de que el exorcismo tenga sus
técnicas. Pero es así, este ministerio tiene su técnica y sus particularidades.
Pues si hay manuales de confesores, es porque hasta en la confesión la
experiencia enseña que conviene hacer unas cosas y no otras; lo mismo en esta
materia. Y así entre los sacerdotes que se dedican a esta materia hay una
cierta comunicación porque hay casos muy difíciles en los que conviene
compartir información. Y una de esas cosas importantes es ésta que acabo de
decir. Cuando comprobé esto, compredí el sentido de una frase que dijo aquella
posesa hacía ya mucho tiempo y cuyo significado no comprendí: el primero y el último. A veces los
posesos dicen cosas que creemos irrelevantes y que sólo al conectar esa
información con la información de otros casos comprendemos lo que quería
decirnos.
Alguién podría preguntarse por qué no nos dice las cosas claramente. Si el
demonio responde, ¿por qué en ocasiones lo hace de forma oscura? La razón está
en que a veces la fuerza invisible de la oración le obliga a decirnos algo,
pero después se resiste con todas sus fuerzas a explicarlo. Y desde luego
siempre que explica algo lo hace del modo más breve posible. La explicación a
veces es tan críptica como lo que se trata de iluminar. A los sacerdotes que se
dedican a este ministerio los años les van dando más luz para entender este
tipo de cosas. La experiencia nos ayuda a comprender que todos los casos de
posesos están sujetos a las mismas pautas, a las mismas normas.
28 de diciembre 2002
Esta sesión tuvo lugar el 28 de diciembre de 2002. Lo sé con seguridad
porque lo anoté. De las otras sesiones anoté sesión por sesión los hechos
relevantes, pero no las fechas. Estaba tan convencido de que el caso estaba tan
a punto de acabar, de que quedaba tan poco, que esa fue la razón de que sólo
anotara los detalles más significativos. Cada día me imaginé que quedaba una o
dos sesiones más. He conocido muchos casos de posesión que han acabado en media
hora. ¡Pero nunca había llevado un caso de nueve meses! Jamás se me pasó por la
cabeza que el proceso iba a ser tan largo y por eso prescindí de llevar un
registro más cuidadoso de los detalles. Pero cuando ya llevábamos casi un año
fue cuando ante la insistencia de dos psiquiatras me convencí de que aquello
debía ser anotado de un modo más detallado. De hecho, hasta la misma fecha del
comienzo de todo este proceso tuve que preguntarla a la madre. Afortunadamente,
ella sí que la apuntó.
Así que hice de tripas corazón e hice propósio de seguir orando cada semana
por aquella chica se prolongase aquello todo lo que se prolongase. A la sesión
del 28 de diciembre vinieron dos claretianos y como siempre cierto psiquiatra
profesor en Madrid. Este profesor desde que presenció la primera sesión se
convirtió durante dos meses en un asistente fijo de las sesiones.
Aquella mañana, en la posesa se encontraba sólo Satán. Se retorció y gritó
mucho. Casi desde el principio obedeció bastante. Lo que más hicimos durante
aquella mañana fue rezar rosarios, cuatro en total. Hicimos poco más porque yo
ya estaba muy convencido de que todo lo que teníamos que hacer era rezar para
que Dios dijera: ¡este es el día! De hecho, sólo repetirle: haec est dies, es algo que ponía a Satán
frenético. “Haec est dies quae fecit Dominus”, “éste es el día que hizo el
Señor”. Satán sabía que el día se acercaba. El día en que saldría, el
día en que podría salir yo de aquella iglesia y decir públicamente que el pulso
entre el poder de Cristo y Satán había acabado. No tenía duda alguna de quien
sería el derrotado. Satán conocía su derrota, pero trataba por todos los medios
de retrasarla. En cada caso de exorcismo que ha habido en la historia, el
demonio sabe que tendrá que salir, pero se resiste hasta el final para hacer
sufrir todo lo que pueda.
Yo era consciente de que ya todo dependía de Dios, Satán no quería irse,
sólo Dios podía echarle. Teníamos que esperar a que llegara el día determinado
por Dios, el día en que Él le echaría. Pero también habíamos descubierto que no
eran inútiles las sesiones de oraciones para que saliera. Porque cuanto más
se le exorciza, más débil está y más poder perdía sobre la chica. Además,
cada exorcismo es un rato de oración. Y la oración aceleraba la llegada de ese
día cuya fecha desconocíamos.
Al principio de la sesión le pregunté: ¿cuántos estáis? la Respuesta fue
“YO”. Lo dijo con una voz terrible. Escuchar a Satán es impresionante, su voz
es la peor, la que más odio denota. Las oraciones en aquella mañana siguieron.
En un momento dado hizo gesto en el aire con la mano de querer escribir.
Pero fue “San Miguel” el que se comunicó con nosotros a través de la escritura,
pues nos escribió lo siguiente:
“tenéis que tener fe, queda poco”,
Los ángeles no hablan a través de los posesos, pero aquel caso iba a ser
especial. Si hablándome de otro caso, me hubieran dicho que San Miguel había
dicho algo a través del poseso, hubiera contestado sin dudarlo que aquello era
una treta del demonio haciéndose pasar por el arcángel. Hubiera pensado eso y
sigo pensando eso. Pero aquel caso era especial. La madre y yo supimos con
total seguridad que sí, que era San Miguel. El santo arcángel apiadado del
sufrimiento de la hija y la madre les quiso consolar.
Satán sabía que el día en que saldría se aproximaba, pero lo que más le
hacía sufrir era tener la certeza de que aquel caso había sido dado por Dios
como un signo. Satán sabía muy bien cuanta gente había repensado todo el tema
de la posesión a través de los psiquiatras que habían pasado por ahí y habían
estudiado el caso. Eran muchos los psiquiatras, sacerdotes que habían pasado.
También se había escrito mucho sobre este caso. En cuanto yo se lo recordaba se
descomponía y gritaba. Sobre todo cuando le decía que él mismo se había
transformado sin quererlo en un instrumento de Dios. Eres un instrumento
involuntario para la gloria de Dios, le recordaba. Mucha gente va a creer a
través de ti, eres un apóstol involuntario de Dios, le decía yo no sin una
cierta ironía.
Los demonios odian la letanía
de los santos. Y
curiosamente hemos comprobado que algunos santos han recibido el encargo
especial de Dios de ayudar en los exorcismos. El terror de los demonios
cuando oyen que se invoca a San Miguel
es evidente. Otro santo cuya invocación causa también terror en muchos demonios
es San Jorge. A San Jorge se le
representa clavando una lanza en un dragón. Ha corrido bastante tinta
-aunque no ríos- sobre qué significaba aquel dragón bajo el santo guerrero.
Normalmente se decía que provenía de una leyenda, una leyenda bastante insustancial
y completamente inventada. Estoy en condiciones de asegurar que ese dragón
representa al demonio. La iconografía primitiva lo pintó así, y los siglos
crearon posteriormente toda una leyenda para el dragón. También el cerdo que
aparece a los pies de San Antonio Abad
representa el demonio contra cuyas insidias luchó. Aunque los siglos han hecho
iconográficamente cada vez más simpático al animalillo. Hay que hacer notar que
en ciertas ocasiones al invocar a estos santos no se observa ninguna agitación
especial en los posesos. Ya he dicho que no todo atormenta de igual manera a
todos los demonios. Y que un mismo demonio puede en ocasiones resistir algo que
le desagrada y no manifestar nada externamente.
Pero hay veces que cuando se persevera en la invocación a un santo de
pronto el poseso mira a un punto concreto del aire y pone cara de terror. Y
comienza a arañar al aire, como si hubiera alguien allí. Araña, da golpes,
brama, se fatiga como si estuviera combatiendo contra alguien. Y los presentes
presenciamos aquella lucha entre dos espíritus. Tras esa lucha el demonio suele
salir.
Al comienzo de las sesiones había pensado que daba lo mismo invocar a un
santo que a otro, que a pesar de la tradición daba lo mismo invocar a San
Miguel que a otro, que todos tienen el mismo poder. Pero ahora veo que no. Por
supuesto que se puede invocar a cualquier santo. Pero es San Miguel el que ha
recibido un encargo especial por parte de Dios para luchar contra el demonio. En
una ocasión Zabulón había dicho que San Jorge ya le había expulsado de posesos
en más ocasiones durante la historia. Si hay santos especializados en
ayudarnos en los exorcismos, otros santos también pueden estar especializados
en ayudarnos en otras cosas.
11 de enero 2003
En esta ocasión
estuvimos sólo la madre, la hija y yo.
Entra el demonio Jánser = “la luz que se
apagó”.
Había entrado otro demonio de nombre Jánser, que él mismo nos dijo que significa "la luz que se apagó". El agua bendita, bebida o
asperjada, era lo que más le atormentaba. Ese día era muy frío, e incluso al
mediodía las cañerías seguían congeladas y no había agua. Había agua bendita en
la pila de entrada, pero por supuesto no quería darle a beber agua en la que
todos habían metido los dedos al entrar en la iglesia durante días. Así que me
propuse ir a la casa más próxima del vecindario a por agua. Pero antes de salír
me topé con una botella de limonada. Pensé, la limonada es esencialmente agua,
¿tendría el mismo efecto que si bendijera sólo agua? ¿Por qué No? Si iba a una
casa pidiendo agua tendría que dar explicaciones, así que me dispuse a bendecir
aquella botella. La sesión comenzó pero pronto vi que aquel líquido bendito,
aunque al demonio le producía alguna molestia, no le atormentaba tanto como el
agua. Le pregunté el por qué de aquello. Al princpio se resistió, después dijo
entrecortadamente, obligado por la oración: que el agua es símbolo de limpieza... pureza... claridad. Comprendí entonces que al demonio le atormentan de un
modo especial los objetos materiales bendecidos que le recuerdan cosas
espirituales. La Iglesia ha hecho uso especialmente de unas cosas benditas y no
de otras. Fue una enseñanza que no me esperaba pero que albergaba un profundo
sentido teológico.
Al final, después de mucho insistir, el
demonio Jánser exclamó que ordenáramos a Satán que le dejase marchar. Le
dije que si quería marchar que se marchase. Pero él insistió que Satán no le dejaba.
Años atrás cuando escribía mi tesis sobre los demonios pensaba que los demonios
no tenían más poder entre ellos que el de comunicarse. Y por tanto que lo único
que podían hacer era tratar de convencerse entre sí para hacer algo. Pensaba
también que cuando había una lucha entre un ángel y un demonio, esa lucha
consistía en que el ángel atormentaba al demonio al recordarle la verdad. Pero
ahora sé que aunque era verdad lo que pensaba, había más cosas de las que en
ese momento vislumbré. Y así con este caso descubrí que existía un verdadero
poder en las relaciones entre espíritus. Expresamente Jánser me confirmó en
ello. Pero cuando le pregunté al demonio qué tipo de poder era ese me
respondió con un lacónico: “tú no lo
comprenderías”. Pero sí que dijo que Satán es el jefe y yo soy un ángel de
nivel inferior.
Al final, tras mucho invocar a San Miguel, vino. Nosotros no lo veíamos,
pero la posesa de pronto abrió lo ojos y miró a un punto concreto con terror,
como diciendo "no" con la cabeza. Hubo una lucha contra alguien al
que no veíamos, lucha en la que la posesa arañaba al aire. Después el arcángel
le hizo ir hasta el sagrario y besarlo. Cuando un santo viene a un exorcismo le
puede obligar a hacer cosas. Todo lo hizo a la fuerza, con lentitud, pero lo
hizo apenas porque ya he dicho que unos espíritus pueden forzar a otros a hacer
cosas por más que odien hacerlas. Esto es válido también entre los malos
espíritus, que también puede uno superior forzar a algo a uno inferior.
Después que besó el sagrario, acto seguido cayó al suelo, se convulsionó y
salió el demonio. Tras salir habló a través de ella San Miguel. Hasta entonces San Miguel se había comunicado con
nosotros escribiendo, pero no hablando. Era la primera vez que lo hizo, también
la última. Su voz, a diferencia de la del demonio, era bella. Más bella incluso
que la de Marta cuando estaba en estado normal. Era una voz que transmitía paz,
serenidad, amor y bondad, una gran bondad y ternura. Todos nos emocionamos.
Aquella voz nos dijo que tuviéramos fe, que vendría un gran bien para toda
España de todo esto. Como es lógico aquella escena fue tan impresionante,
que ningún escrito puede reflejar la emoción de ese momento, todos estábamos
llorando.
Cuando acabábamos cada semana la sesión, dejábamos de orar por la posesa y
ella sola volvía en sí. Ese día, dando por concluida la sesión, nos levantamos
todos, pues estábamos arrodillados frente al sagrario, cuando aquella voz maravillosa nos dijo que diéramos gracias a Dios.
Era cierto, a veces con la emoción, el cansancio y la alegría de que saliera
un demonio, se nos olvidaba agradecer a Dios la liberación que había concedido.
Desde entonces ya nunca me he olvidado de dar gracias a Dios al final de cada
sesión por el demonio o los demonios que han salido.
(Continúa en: Parte 3 de 6.- 18 enero 2003)